Agustina de Aragón
A pesar de que las mujeres han sido las grandes olvidadas de nuestra Historia, Agustina de Aragón es uno de los personajes históricos más conocidos. Siempre vestida de baturra y disparando un cañón con el botafuego en la mano, su iconografía es reconocida por todos. Ha sido ejemplo de valentía y símbolo nacional. Y su personaje ha protagonizado novelas, películas y obras de teatro. ¿Quién fue esta mujer? ¿Cuál su verdadera historia?
En los años 1808 y 1809 la ciudad de Zaragoza puso su nombre con letras mayúsculas en la Historia tras resistir de forma absolutamente heroica dos terribles asedios del ejército napoleónico. Una de las claves que explican cómo fue posible el gran valor que demostraron los defensores en Los Sitios de Zaragoza fue el fuerte sentimiento de unidad que protagonizaron. Temerosos del invasor, en esta guerra se implicaron todos: militares y civiles, pobres y ricos, nobles y campesinos. Y también quienes nunca habían sido invitados a participar en batalla puesto que no se les presuponía valor: los niños, los curas y las mujeres.
Hoy estamos habituados a ver a mujeres formando parte de las fuerzas armadas y de los cuerpos de seguridad del Estado, pero entonces era algo insólito. Tradicionalmente la guerra era un ámbito exclusivamente masculino y la mujer tan solo participaba en ella de manera ocasional, en casos de emergencia, y siempre de forma auxiliar. Ellas intervenían en labores logísticas como el transporte de agua o munición, la preparación de la comida o la elaboración de cartuchos. Atendían a los heridos y cuidaban de los enfermos.
Sin embargo, las extraordinarias circunstancias que se dieron en Los Sitios de Zaragoza hicieron que algunas de ellas fueran más allá y llegaran a participar directamente en los combates. Realizaron una intervención decisiva y demostraron que sabían combatir mejor que muchos hombres. Ganaron incluso condecoraciones por su valentía. Los mismos soldados franceses dieron testimonio de su valor. El oficial Daudevard de Ferrusac escribió en su diario:
“¡Y allí en medio estaban sus mujeres, arrostrando los mayores peligros, sirviendo las baterías… o con la bayoneta en la mano… o animando al soldado, en medio de una lluvia de balas y granadas!”
De todas las acciones que protagonizaron las mujeres en los Sitios de Zaragoza, la más famosa fue la de Agustina de Aragón. Ocurrió el 2 de julio de 1808 en la antigua puerta del Portillo durante el segundo ataque serio que los franceses lanzaron para conquistar la ciudad.
En realidad, nuestra protagonista fue una joven barcelonesa nacida en Reus y llamada Agustina Zaragoza. Cuando estalló la Guerra de la Independencia estaba casada con un sargento de artillería y tenía un hijo de cuatro años. Las circunstancias les obligaron a separarse y Agustina se trasladó con su hijo a la casa de su hermana que vivía en Zaragoza.
Al llegar la guerra a la ciudad, Agustina se dedicó a realizar labores de apoyo. Aquella mañana se encontraba ayudando a los artilleros de la batería del Portillo. Llegó un momento en el que todos los defensores cayeron abatidos y los franceses se disponían entrar. Cuando se dio cuenta, se armó de valor, agarró un botafuego y disparó uno de los cañones que había quedado cargado. Su disparo dio de lleno en la columna de soldados que se acercaba a la puerta e hizo retroceder a los sorprendidos franceses el tiempo suficiente para que llegasen los refuerzos. En vista de lo ocurrido, el mismo general Palafox arrancó los galones de un sargento muerto y la condecoró allí mismo.
Precisamente así es como la representó Mariano Benlliure en la escultura de bronce que corona el monumento dedicado a las Heroínas de Zaragoza en la actual Plaza del Portillo. Agustina mira de frente vestida con una casaca de uniforme de sargento de artillería. Debajo hay un baturro que porta una corona de laurel, símbolo de la victoria, y canta las hazañas de la más famosa de las heroínas.
Este monumento se levantó con motivo del Primer Centenario de los Sitios en el año 1909 y rinde homenaje a todas las Heroínas. Por eso, en sus laterales también encontramos las imágenes de otras mujeres: Manuela Sancho, Casta Álvarez y María Agustín en un lado y la Madre Rafols, la Condesa de Bureta y Josefa Amar y Borbón en el otro.
Aunque ha pasado a la posteridad por el cañonazo que protagonizó en el Portillo, Agustina combatió durante los dos Sitios y destacó en la defensa de la Puerta del Carmen. Sus momentos heroicos fueron muchos más pero curiosamente sólo se la recuerda por el cañonazo.
Fue una mujer fuera de lo común. Tras los Sitios de Zaragoza fue detenida y conducida hacia Francia. Se escapó en Puente la Reina donde murió su hijo pequeño. Vagabundeó hasta llegar a Teruel donde fue reconocida y reclamada por la Junta de Defensa. Se trasladó a Sevilla y después Cádiz. Le fueron reconocidos sus honores pero no contenta con ello volvió al combate. Tras una breve estancia en Barcelona donde se reencontró con su marido se infiltró en la ciudad sitiada de Tortosa para luchar. Nuevamente fue hecha prisionera pero volvió a escaparse. Esta vez para enrolarse en una guerrilla en la que permaneció el resto de la Guerra de la Independencia. Al finalizar la guerra se reencontró con su marido pero él murió poco después. Agustina estaba en la ruina y volvió a casarse, tuvo una hija, y acabó sus días en Ceuta en su compañía.
Semejante hoja de servicios le valió para ser recibida por el rey Fernando VII y su heroica biografía llegó a oídos de toda Europa. Llegando incluso a inspirar una composición al poeta inglés Lord Byron. Agustina se convirtió en el símbolo romántico de la masa anónima de defensores que combatió al ejército napoleónico y su cañonazo en el gran mito de la resistencia patriótica de los españoles.
En el año 1908 y ante la presencia del rey Alfonso XIII, sus restos mortales fueron trasladados a Zaragoza y depositados en la Iglesia del Portillo, donde fue habilitada una de las capillas como Panteón a las Heroínas de los Sitios. Allí descansa junto a otras dos relevantes valientes mujeres como Manuela Sancho y Casta Álvarez.
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