Hablando de bandidos, tengo que decir que en Val de Emposta, una zona al suroeste de Sástago, donde por la orografía del terreno esta el camino más corto para ir a La Puebla de Hijar o Azaila, andando, en carro, o a lomos de un animal.
Ese camino era muy transitado allá por final del siglo XVIII y principios del XIX.
Y en esa Val y en esa época, es donde actuaba un bandido, desvalijando de sus enseres y pertenencias más preciadas, a los viandantes que por allí transitaban, sobre todo al oscurecer.
El bandido en cuestión era el Cuatrouñé, no se sabe a ciencia cierta de donde le venía el apodo, El bandido se hizo famoso por su forma teatral de cometer los atracos, su truco era el siguiente:
Al anochecer colocaba varios espantapájaros en las orillas del camino, y se ponía al acecho, cuando barruntaba el ruido de los carros, caballos o las voces de los transeúntes, encendía unos cigarros, y se los colocaba en los muñones a los espantapájaros también llamados “monchutes” en la zona de la que hablamos. El caso es que las figuras estaban situadas estratégicamente junto al camino y parecían personas de verdad.
Los viajeros al ser de noche, solo veían las brasas encendidas de los cigarros en las manos de los espantapájaros, las sombras de las figuras a la luz de la luna hacían el resto, el miedo es libre, más aun al oír al bandido Cuatrouñe con voz potente decir:
- Alto, sacar lo de valor y entregarlo.
- Y vosotros, dirigiéndose a los “monchutes.”
- Quietos y no hagáis nada hasta que yo os lo mande.
Los pobres transeúntes, ante lo que veían y se figuraban, muertos de miedo ante lo que ellos creían una partida de bandidos, entregaban sus pertenencias sin rechistar no fuera que además de sus pertenencias les quitara otra cosa mas preciada.
Ese fue el modus operandi del bandido Cuatrouñe, mientras duraron sus correrías por Val de Emposta, no se sabe exactamente cuantos años duraron los atracos, ni cuantos fueron.
Como todos los bandidos, tenia numerosos escondites para que no lo pillaran los picoletos. Unos dicen que se refugiaba en Pina de Ebro, otros en Gelsa y otros dicen que se refugiaba por los montes de la comarca, lo cierto es que tenía aterrorizados a todos los viandantes que circulaban por Val de Emposta.
Se cuenta, se dice, que un joven de Sástago que frecuentaba ese camino porque festejaba con una moza de La Puebla de Hijar, una vez, cuando volvía de visitarla a lomos de su caballo, una noche de luna llena, diviso a cierta distancia los espantapájaros dispuestos a ambos lados de la cuneta del camino y vio como un individuo les colocaba los cigarros en la mano, seguramente había oído el ruido que hacia el caballo y el bandido Cuatrouñe se disponía a atracarlo.
El joven gran conocedor de la zona dio media vuelta y se adentro por otro camino, que aunque mas largo al fin y a la postre resultaba mas seguro, salvándose de ser desvalijado por el bandido Cuatrouñe.
Desde ese día, cuando volvía de festejar con la novia, si se le acercaba a pedir agua algún caminante de por la zona de Val de Emposta, con una mano sacaba la bota o la cantimplora y con la otra sacaba la pistola, y mientras el sediento bebía agua lo apuntaba disimuladamente con la pistola, porque no se fiaba de lo que por esos lares caminaba.
Del bandido Cuatrouñe no se sabe si murió a manos de los picoletos, o simplemente se canso de atracar viajeros por la zona de Val de Emposta y se fue a otros lugares a seguir robando a los transeuntes.
En cuanto al joven sastaguino, en tiempos se decía que vivían el la Plaza Piquete de Sástago, en fin, eso de todas formas forma parte de la leyenda.
Relato de: Simón Ordovás
Adaptación: Fernando Benito
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