No recuerdo el año, ni los que hicieron lo que les voy a contar, todos los nombres que aparecen en este relato son ficticios y nada tienen que ver con la historia.
Tampoco recuerdo quien era el cura que regentaba la iglesia, la historia me la contó un forastero, que fue de invitado a todo el proceso que les voy a contar.
Las palomas proliferaban en la iglesia y estaban causando destrozos importantes en el campanario y en un recinto que hay debajo del campanario, a algún cazador se le ocurrió el ir hablar con el cura y proponerle coger las palomas y hacer una merendola, el cura vio una oportunidad de acotolar el exceso de palomas y accedió a lo que proponía el cazador.
Un par de días después cuando el cazador se puso en contacto con sus compañeros le dijeron al cura que esa misma noche cuando las palomas durmieran subirían al campanario y las cogerían.
Dicho y echo, aquélla misma noche, seis personas incluido el forastero que me contó la historia y que era amigo de Manuel entraron en la iglesia en silencio subieron por unas estrechas escaleras hasta la entrada a la cúpula de la iglesia donde estaba el campanario y las palomas.
Entraron los cazadores y empezaron a coger palomas y meterlas en sacos, el alboroto que se monto fue de órdago y uno de los cazadores no hacia más que lanzar juramentos sin descanso por el revuelo de las palomas o por cualquier cosa.
El forastero fue él último que entro por la abertura, cuando todos los demás estaban ya metiendo palomas sin descanso en los sacos y lanzando juramentos sin parar.
Manuel al ver al forastero le dijo a Miguel que era el que juraba sin descanso:
¡Calla Miguel, que este es el cura La Zaida!
¡Me caguen esto, me caguen lo otro!, perdone mosen pero es que estas palomas son unas p....
El supuesto cura se puso también a coger palomas y meterlas en sacos, Miguel seguía jurando pero pidiendo perdón al mosen hasta que se llenaron seis o siete sacos de palomas.
Ahora el problema que se presentaba era sacar los sacos por el angosto agujero del campanario y bajar por las estrechas escaleras hasta la calle sin que ocurriera nada.
No hubo suerte y uno de los sacos se abrió bajando la escalera y cuatro palomas salieron volando dentro de la iglesia, consiguieron coger una las otras tres se supone que salieron por algún sitio.
Llevaron los sacos llenos de palomas a casa de uno de los cazadores, que tenia en un corral cerrado, un conejar vacío y allí soltaron las palomas, con idea de al día siguiente hacer una especie de tiro al pichón, en el campo de tiro del pueblo.
Todo quedo listo, las palomas a buen recaudo y los cazadores con el forastero según unos, el cura de La Zaida según otros, se fueron a beber unas cervezas al bar del Maximino, por el camino, Miguel no pudo contenerse más y le hablo al supuesto cura.
¡Perdone por las palabras mosen, pero en el fragor de la batalla, se me escapaba alguna blasfemia!
El forastero siguió con la cosa.
¡No te preocupes hijo, te comprendo y te perdono!
Tras lo cual entraron en el bar, porque el plumón de las palomas les había dejado la garganta seca.
Al día siguiente, fueron a recoger las palomas al corral y allí estaban, pero fuera del conejar, estaban por todo el local. Las puertas de los conejares se habían abierto o las habían abierto las palomas, de modo que hubo que hacer una nueva batida con los sacos, en peores condiciones porque el espacio era más grande y había que usar las escobas para bajar las palomas.
El trabajo era exhaustivo y los juramentos se multiplicaban, hasta el forastero los lanzaba, Miguel se quedo mirando al forastero y le dijo:
¿Tú no eres cura verdad?
¡Pues no que yo sepa!
Los juramentos se multiplicaron y las risas y carcajadas mientras recogían todas las palomas en los sacos.
De allí al campo de tiro, se preparo una barbacoa de longaniza, chorizo, panceta, costillas, buen vino y se paso el rato entre bromas de los sucesos con las palomas y con el falso cura.
Tras el almuerzo empezó el tiro a la paloma Manuel y el forastero se llevaron los sacos a la lanzadera y los tiradores cuando estaban preparados avisaban:
¡Paloma!
O bien Manuel o bien el forastero soltaban la paloma y si había suerte la mataban y si no volvía volando al campanario.
Mientras el forastero lanzaba las palomas Manuel que es muy bromista preparaba alguna putada, por ejemplo a una paloma le ato una liza en la pata y el otro extremo lo ato a una piedra en el suelo.
¡Esta pa ti Eduardo!
¡Va!
Manuel soltó la paloma y cuando se le acabo la cuerda que llevaba atada a la pata cayó en picado al suelo, en ese momento sonó el tiro.
¡As fallao Eduardo!
¡Esa paloma está enferma, habéis visto como a caído!
PUM.........PUM
¡Esa ya no vuela!
¡Pero chicoooo, es que no veías que estaba atada!
Manuel ato a la pata de otra paloma una tira de tela con los colores de la bandera de España de un par de palmos de longitud.
¡Esta para ti Miguel!
PUM........PUM.........PUM....................PUM
La paloma se fue volando con la bandera española dirección torre de la iglesia.
Tras muchas anécdotas y muchas risas la mitad de las palomas retornaron al campanario de la iglesia y las abatidas se repartieron entre todos para hacer un caldito.
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