14 de enero de 2018

La Primera Vez

Hace unos años recibí en el E-mail de las Tertulias de la Manqueta, un escrito anónimo que me gusto mucho. Lo adapte, lo lime un poco y lo publique. Tuvo cierto éxito de lectura, pero en algún momento se perdió o lo traspapele, lo etiquete mal y no lo encontraba, al fin sin querer lo he encontrado.

El caso es que unos cuantos lectores de las tertulias me han pedido a lo largo de estos años que lo vuelva a publicar. Me gustaría que lo leyera el autor y se pusiera en contacto conmigo, seguro que tiene textos parecidos. Yo estaría encantado de publicarlos.

Un abrazo a todos.


El primer día

A veces se añade al grupo de las tertulias, algún visitante ocasional y nos cuenta alguna historia que merece que la pena publicar. Este relato nos lo contó un tertuliano ocasional, cuyo nombre no conozco. No obstante, cuando oí la historia me gusto mucho, espero que a vosotros os guste también.

Ayer fue mi primer día de gimnasio y me tengo que esforzar mucho para que no sea el último, no quiero extenderme mucho, solo quiero contar partes de mi aventura. Imaginaros a un ser de 95 kg en un vestuario, donde todo son modelitos o cachas.

Cogí de mi armario la camiseta que regala el gimnasio, me venía un poco estrecha y se me salía la tripa por debajo de la camiseta debido a lo corta que me quedaba. Intente cambiarla por una XXl pero la recepcionista me dijo que no tenían en ese momento, mientras esbozaba una sonrisilla malévola que a mí me dejo un poco mosca.

Al llegar a la sala de musculación, me dan una lista con lo que he de hacer, veinte minutos en bici era lo primero, 20 minutos pedaleando y sin moverte del sitio. Un musculoso que pedaleaba al lado me dice que hay que traerse el Mp4, si no se aburre uno. Y que lo diga los 20 minutos se me hacen eternos.

Acabo y busco la monitora para que me enseñe a correr en una cinta. ¿Es la primera vez que montas? ¡Sí!, contesto. ¡Bueno, te marearás un poco al bajar! me dice. Asiento con la cabeza y pienso que la tía está un poco tontita; marearme al bajar, no te jode, yo un tiarron del Nordeste de casi 100 Kg no me mareo ni cuando llevo tres litros de cerveza en el cuerpo.

Subo en la cinta y le doy velocidad, mientras troto, veo a mi lado una tía pechugona, sus pechos subiendo y bajando son dos enormes moles de carne estoy a punto de preguntarle si le hace daño pero me contengo a tiempo. No la quiero mirar, miro delante y no veo más que culos moviéndose de una forma que no puedo evitarlo que me pasa a continuación; Me empalmo. ¡Piensa en otra cosa joder!, no es plan que te noten empalmado el primer día.
No hay manera de bajar la hinchazón ni aun pellizcándome. El caso es que me pico con la tetuda de al lado y me pongo a darle mucha, mucha velocidad a la cinta, corrí como un idiota.

 De repente una tía despampanante con un escote que dejaba ver un enorme canal entre sus enormes pechos y con las mallas ajustadas al cuerpo, tan ajustadas que deja ver más de lo que uno quiere, surge por mi lado izquierdo, me despisto, dejo de correr, tropiezo y me arreo un trompazo monumental, quedando boca abajo en la cinta con las piernas abiertas como si hubiese hecho un espargat.

Mi reacción fue la de un campeón, me puse a hacer flexiones apoyado en la cinta a pesar del ostión en la cara, con la lengua me repasaba la dentadura para ver si me había roto algún diente. Rápido vino una de las monitoras. ¿Estás bien? preguntó, me levanté, me sacudí el polvo y entre lágrimas, pero con voz varonil y sacando pecho le dije: ¡Quiero más ejercicios! Lo siguiente era el circuito Keiser.

Así al principio mola, pero una vez que has hecho el circuito, te pones a pensar si el tal Keiser ese no era un general nazi de uno de los campos de exterminio judíos, imaginaros una máquina que trabaja no con placas sino con presión y pulsando un botón da presión y necesitas más esfuerzo para moverla y quitando presión lo contrario como los hinchadores de ruedas de las gasolineras.

El caso es que me toca una para los hombros, la deja una señorita y me toca, me dice la monitora que me siente. La digo todo chulo: " Voy a darle más presión"; " sí, claro"  contesta ella. Intento levantarla y lo consigo, con los brazos arriba, no puedo hablar le hago gestos con la cabeza a la monitora para indicarla que todo va OK. Las venas de mi cabeza a punto de estallar pero intento otra vez mas, de repente surge de dentro de mí y en dirección al ano y en forma de gas un algo, un no sé qué y......

Pruuufffffririririri. ¡UN PEDO. DIOS! ¿Dónde me meto? Veinte personas en la sala. La gente susurrando: " Ha sido el empalmao" " Yo creo que se ha cagao", decía la gente. Pero yo, sabiendo salir de esa situación, intento hacer ruido con la zapatilla en el suelo y toso y carraspeo, haciendo creer a la gente que no ha sido lo que creen, cuando creo que lo consigo le digo a la gente de alrededor: " Son nuevas y se pegan al suelo " mentira podrida.

El caso es que paso a la máquina de al lado, no sin antes darle presión a la máquina que dejo, para hacer creer al siguiente tío que puedo con mucho peso. Esto fue lo que hice en cada máquina que utilicé. La siguiente era de bíceps, como era fácil intenté lucirme, notaba un olor raro, de repente miro en la máquina anterior y oigo como la gente comenta que el asiento está demasiado sudado. Empiezo a relacionar todo: Olor, humedad....conclusión, me he cagado del esfuerzo de antes, disimulando y silbando me dirijo al baño.

Parece fácil, pero andar con un pantalón con la plasta en el culo se hace difícil. Llego al vestuario, me meto en un baño me quito el calzoncillo, meto el culo lo más que puedo en la taza y tiro de la cadena. Me seco con papel higiénico y salgo, el gallumbo sucio, lo tiro en la papelera.

Continuo con otro aparato, de camino se me acerca un bombón de tía, y me dice:" tienes papel higiénico saliendo por tu pantalón". Tranquilos, supe salir de esta situación también. ¡Es para el cutis! contesté. Rápido me lo quité y me dispuse a acabar el circuito del nazi. Resumiré: 2 tirones, y tres distensiones musculares, aun así no me quejé, quiero ser como esos deformes musculosos que creo que ligan un montón, llamo a la monitora para indicarla que he acabado.

 ABDOMINALES ¡Vamos a trabajar las inferiores, las oblicuas y las superiores! me indica la monitora. Con disimulo me levanto la camiseta para intentar diferenciarme los tres tipos de abdominales que según esta tía tengo. ¡Quince de cada! dice que haga. La miro le digo: ¡!creo que puedo hacer 100 de cada ¡(me acordé las que me hacía cuando estaba en la mili). ¡Bueno, chico, tú mismo!.....

Cuatro, cuatro, sólo hice cuatro abdominales, sin embargo me asombraba que mientras yo hacia los abdominales un grupo de chicas estuviera frente a mí hablando. Me incorporo de la abdominal, miro al espejo que hay frente a mí y deduzco porque me miraban.

Tenía toda la cola y un huevo, saliéndose por la pernera del pantalón corto. ¡Caspitas! Se me olvidaba que no llevaba calzoncillos. Paso de contaros nada más, no os quiero aburrir, acabo hasta las narices, me levanto y me dirijo al vestuario para coger la ropa e irme, según camino voy pensando en las 80.000 Pts. que he pagado para venir durante todo el año, me meto en la ducha individual. Hay gel, como veo que no hay nadie que me pueda ver, me unto la mano y me enjabono bien el culo, ¡lo mejor del gimnasio!, no dejo de pensar en que he de volver mañana.

De repente se abre la puerta y aparece un maromo en pelotas. ¡Mierda! las duchas son dobles. Imaginaros mi cara con la mano enjabonándome el culo, intento disimular y el tío me comenta que un guarro, se ha cagado en la sala y ha dejado una peste insoportable, le corto y le digo que tengo prisa. El caso es que no sé qué sentido tiene ir a un gimnasio, estoy pensando en dejarlo. Os contaré….

Adaptación literaria libre de autor desconocido.

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