Muy noble, Muy leal, Muy heroica, Siempre heroica y Muy benéfica ciudad de Zaragoza.
Como no iba a publicar algo sobre la ciudad donde he nacido y he vivido casi toda mi vida, el año del bicentenario de Los Sitios de Zaragoza.
Naturalmente casi todo esta escrito sobre los Sitios. Esto que tienen ante sus ojos, es el trabajo recopilatorio de cosas escritas y publicadas sobre Los Sitios, he procurado que sea una lectura que tenga principio y fin y que esté bien documentada y bien ilustrada. También debo decir que centro el reportaje en tres personajes que fueron quizás los mas famosos, pero hay muchísimos héroes mas que tuvieron una participación muy importante en lo que aconteció en Zaragoza en 1808 y 1809.
Espero que los lectores disfruten de este relato que nos hizo a todos los aragoneses un poco mas fuertes.
Mi agradecimiento y mi reconocimiento a todas las plumas y a todos los lugares de Internet que han hecho posible este humilde escrito.
Los Sitios 1808-1809
Asedio del Ejército Francés a Zaragoza
ESPAÑA A PRINCIPIOS DEL SIGLO XIX
Dentro de la monarquía española, la revolución francesa de 1789 se había convertido en verdadero temor a lo novedoso, igualmente la iglesia influyente en el pueblo defendía los "valores eternos".
En 1792 apareció en escena un joven guardia de corps, Manuel Godoy. Tras el fracaso de los ministros Floridablanca y Aranda en la forma de llevar las relaciones con Francia.
Godoy, estaba respaldado por los Reyes de España. Carlos IV y Mª Luisa, quienes lo elevaron a primer ministro. Sus enemigos comentaban que era el favorito de la Reina en el sentido más amplio de la palabra.
La aristocracia no se fiaba de un noble provinciano y de baja condición, el clero lo despreciaba más todavía ya que desamortiza parte de sus bienes para financiar la guerra de Convención y por su discrepancia contra la Inquisición.
La propaganda que hicieron estos dos poderes sobre las clases populares fue una maniobra contra su persona. Si bien, Godoy, en su política interior era de pensamiento ilustrado y en la exterior busca la amistad con Francia desde 1795. Estos acontecimientos, fueron aprovechados por un hombre que salió de su retiro en 1807. El Príncipe de Asturias, Fernando, primogénito de los Reyes quien, para llegar al poder necesitaba quitar de en medio al primer ministro. Para conseguirlo, precisaba que sus padres los Reyes, retirasen la confianza a Godoy.
Un grupo de nobles de su generación apoyó desde el primer momento los planes de Fernando, la intriga palaciega era el elemento perfecto.
Sin embargo, fueron descubiertos y juzgados en el llamado proceso del Escorial en octubre de 1807, no obstante, fueron tratados muy benévolamente por Carlos IV.
Los planes de Napoleón respecto a España se hacían más claros. En febrero, con el pretexto de enviar tropas a la flota francesa en Cádiz, avanzó varios cuerpos de ejército hacia Madrid. Al principio fueron bien recibidos por los españoles, creyendo que iban a proteger al futuro Rey Fernando VII.
Si bien, los Reyes y Godoy veían los acontecimientos de otra manera. Sospechaban que Napoleón quería apoderarse del país, e intentaron huir a América para no ser presos del Emperador. Pero los guardias de corps que los escoltaban eran devotos de Fernando y enemigos de Godoy, esta situación les impidió irse de Aranjuez.
Los guardias y la muchedumbre fueron sabiamente manejados por falsos campesinos. Siendo uno de ellos, el conde de Montijo. Asaltaron la noche del 17 de marzo la residencia de Godoy, cayendo en manos de los alborotadores, tuvo suerte de salvar su vida ya que intercedió Fernando por orden de los Reyes.
Carlos IV tuvo que desposeer a su primer ministro el 18 de Marzo de títulos y dignidades. Fue encarcelado y custodiado por José Palafox, que en ese momento ya era guardia de Corps. El Rey Carlos IV y por temor a la multitud, abdica en favor de su hijo, desde ese instante seria para los españoles Fernando VII "el deseado".
El nuevo Rey entró en Madrid aclamado por el pueblo, el 24 de Mayo de 1808. Inmediatamente mandó mensajeros a Napoleón para pedir la mano de una de sus sobrinas. Fernando VII buscaba con empeño ser reconocido Rey de España por el Emperador. Napoleón que seguía adelante con sus planes de invasión, convenció al nuevo Rey para que viajase a Bayona con el objeto de encontrarse con el. Al parecer nadie advirtió nada sospechoso en el arriesgado viaje. Al llegar a Bayona, Fernando VII fue hecho prisionero y obligado a retirarse.
Mientras, las tropas francesas en España, se hicieron dueñas de las ciudades más estratégicas. Los españoles que en un principio las consideraban amigas, fueron cambiando a una clara agresividad.
La capital del reino de Aragón, con sus 55.000 habitantes estaba construida por una red de calles estrechas y sombrías, esparcida de plazuelas.
De los pórticos que guardaron la ciudad sólo quedan vestigios de dos: la del Carmen y la del Duque. El resto cayeron en el olvido tras desaparecer.
Sólo los nombres de calles o edificios comerciales devuelven a la memoria de los ciudadanos la existencia de las doce puertas (cuatro romanas y ocho medievales) que encerraban Zaragoza hace apenas dos siglos.
Es el caso de la puerta Cinegia (en plaza España), la de Sancho (en plaza Europa) o la de Santa Engracia (plaza Aragón). Pero también estuvieron la del Ángel (Don Jaime), la Tripería o San Ildefonso (Torreón de la Zuda), la Portaza (Tenerías), la Quemada (Heroísmo), el Portillo y la del Duque (plaza San Miguel), donde hay un mural que recrea su existencia.
El control de las mercancías que entraban en la ciudad sustituyó su función inicial, que era meramente defensiva. Los sitios de Zaragoza (1808 y 1809) marcaron la agonía y el fin de muchos de los antiguos pórticos.
Cada puerta de entrada a la ciudad tenía su propia historia. Como la del Duque, que se inauguró en 1861 en honor a Baldomero Espartero, duque de la Victoria. O la de Santa Engracia, que era la preferida de los zaragozanos de la época por su parecido con la madrileña puerta de Alcalá. Sin embargo, sólo tuvo la suerte de quedar en pie la puerta del Carmen, gracias a que recibió la declaración de monumento nacional en la exposición hispano-francesa de 1908. Del resto no hay un solo recuerdo.
Buscar las antiguas puertas de Zaragoza sin un guía o una publicación especializada es prácticamente imposible. No hay señales, indicadores o carteles que aporten información sobre los pórticos. La Expo 2008 pudo ser una buena opción para vender la ciudad inmortal y bimilenaria. La gente irá al recinto de la exposición y más tarde querrá pasear por el resto de la ciudad. Pero sólo verán la puerta del Carmen y nunca sabrán que Zaragoza tuvo muchas puertas más. La jota dice que eran ocho puertas y la historia que doce, veamos que dice la Historia, las puertas de la Zaragoza anterior a la Guerra de la Independencia eran:
A. Las cuatro romanas, coincidentes con las entradas de los cardos máximus y decumanus:
1. La Puerta del Ángel, entre la Lonja y el Palacio Arzobispal.
2. La Puerta Cinégia a la entrada de la calle Mártires por la Plaza de España, (El Tubo que no retuvo).
3. La de la Tripería o San Ildefonso junto al Torreón de la Zuda, que dio luego acceso en la época medieval al barrio árabe o Morería.
4. La Quemada, frente a la calle Heroísmo, que daría acceso en época medieval al barrio judío o judería.
B. Las ocho puertas medievales, que serían:
1. La Puerta del Carmen.
2. La Puerta de Santa Engracia.
3. El Portillo.
4. La Puerta del Duque, en la actual Pza. De San Miguel.
5. La Puerta de Sancho, en la actual Pza. De Europa.
6. La Puerta del Sol, ¿quien sabe dónde estaba?
7. La Portaza en la Plaza de las Tenerías.
8. Esta es la que falta documentación, que quizá fuera la que dio nombre a una pequeña calle aún existente: Postigo del Ebro, que comunica la Calle Predicadores con Echegaray Caballero.
Sus muros o murallas eran la unión que formaban las casas con tapias y cercados en jardines y huertos. Construidos con cal y canto, tierra o ladrillos. A simple vista, la defensa de la ciudad era completamente nula, haciendo de Zaragoza una ciudad abierta.
Contaba con dieciséis conventos de monjas y veinticuatro de frailes, algunos de los cuales eran hermosas masas arquitectónicas con relevante valor artístico. Por desgracia, unos cuantos fueron destruidos durante los asedios. En la orilla izquierda del Ebro al otro lado del puente de Piedra, se situaba el Arrabal de Altabas con sus fértiles huertas y sus dos monasterios. La ciudad en sus afueras estaba rodeada de extensos campos de olivos.
Por su parte Este, transcurre el río Huerva que desemboca en el Ebro. Posee de unas lomas estratégicamente situadas; la de Torrero, Casablanca y Buena Vista, por cuyo pie discurre el Canal Imperial de Aragón y que fueron muy bien aprovechadas por los franceses para bombardear a placer la ciudad.
Su orgullo eran las dos iglesias catedrales, La Seo y El Pilar, sobre todo esta última. Contaba con dos hospitales, el de Convalecientes y Nuestra Señora de Gracia. Siendo prestigiosos y caritativos, acogiendo toda clase de enfermos e incluso dementes. Sus médicos tenían merecida fama en toda Europa.
La Real Academia de Bellas Artes de San Luis promovía la industria artesanal, fomentando mano de obra cualificada. La economía de la ciudad se basaba en la agricultura, ganadería y comercio. La ciudad publicaba gaceta y diario. Para distracción de la población disponía de plaza de toros y un teatro. Era sede de la Capitanía General así como de magistrados, arzobispos, regidores, nobleza y ricos propietarios con sus lujosos palacios. La sociedad, como en el resto de España era feudal e inculta, solo una pequeña minoría era ilustrada. La Real Sociedad Económica Aragonesa de amigos del País, trataba de innovar con poco éxito, pues chocaba con el clero y los claustrales de la Universidad con su conservadurismo.
La guarnición de la plaza era escasa, la formaba un Estado Mayor con 113 jefes y oficiales. La mayoría no residía en Zaragoza, por ser ya veteranos o estar enfermos. La tropa, estaba formada por una compañía de fusileros con 178 hombres, una partida de 383 soldados y 157 reclutas, que estaban repartidos en pueblos y puntos de la provincia.
El castillo de la Aljafería, estaba situado en los extramuros de la ciudad. Su recinto, guardaba el arsenal más importante de la ciudad con 25.000 fusiles y 80 piezas de artillería.
La situación general del pueblo era de malestar, que terminaba de vez en cuando en motines. El desabastecimiento y la especulación del grano en 1776, había llevado a los habitantes de las ciudades de Aragón a un motín difícil de olvidar.
Existía una desconfianza popular hacia la modernidad de los ilustrados y reformistas, partidarios del libre mercado y hacia las autoridades que permitían estos abusos. Continuó la situación con una gran crisis de cosechas en 1801-04, los precios se dispararon, así como los impuestos. El más impopular era el del vino. El aguante del pueblo se acrecentó en el mercado de Zaragoza.
El intendente de la ciudad Garciny, fue recibido en el mercado por verduleras y fruteras arrojándole parte de su mercancía. En otros lugares tampoco fue bien acogido. Debido a estos sucesos obtuvo una licencia a principios de abril, que aprovechó para marcharse con su familia a la Corte sin regresar jamás a Zaragoza. La población había echado a la segunda autoridad de Aragón, se conversaba con una libertad nunca conocida, incluso colocaban carteles contra las autoridades, sin embargo, faltaba un líder que fuese respetado por todos.
Como es sabido Carlos IV abdicó a favor de su hijo Fernando, si bien, todavía la administración era mandada por fieles a Godoy. En Aragón, política y militarmente gobernaba el capitán general Guillelmi. El 5 de mayo informa a la población con un bando mandado por el tío de Fernando VII, notificando lo ocurrido en Madrid el día 2 y solicitando la buena armonización con las tropas francesas.
Ente tanto en Bayona y llamado por Napoleón, Fernando VII es obligado a renunciar a la corona de España a favor de José, hermano del emperador.
Palafox, pertenecía a la camarilla del Rey Fernando, siendo en ese momento brigadier de los guardias de corps. Estaba cumpliendo órdenes custodiando a Godoy después de su captura en Madrid, para entregarlo a los franceses en la frontera. Se sospecha que el Marques de Castelar convenció a Palafox, para que pasase junto con otros guardias a Bayona y exponerle al Rey Fernando lo ocurrido, a la vez que pedirle instrucciones. Siendo estas, la de sublevar Aragón contra los franceses pidiendo la libertad del Rey.
Palafox ya de regreso, se encontró con el Conde de Montijo y planearon el rescate del Rey Fernando, estableciendo postas por el camino hasta llevarlo a Zaragoza. Su tío Don Antonio, seria interceptado en Tolosa (Guipúzcoa), por tropas españolas y escoltadas también a la ciudad.
Para desgracia de los rescatadores, fueron descubiertos por los agentes de Napoleón. Intensamente buscados por Irún y perseguidos por los gendarmes, teniendo que escapar por atajos y despoblados hasta llegar a Zaragoza el 12 de Mayo.
Sin perder tiempo, Palafox, se entrevistó con el capitán general Guillelmi, exponiéndole las instrucciones del Rey Fernando y pidiéndole que se adhiera al alzamiento contra los franceses. Sin embargo, no consiguió convencerle, incluso le amenazo con arrestarle. Visto que de Guillelmi no conseguía nada, intento buscar apoyo en un familiar de los Palafox; el Conde de Sastago, para formar con ellos y otros individuos una Junta de militares, nobles y ciudadanos adinerados.
El vecindario no tenía representación ya que recelaban armarlos, según esta Junta, podrían ser igual o peor que las tropas francesas. Su objetivo era movilizar a los habitantes, para usurpar las esferas de poder a las autoridades nombradas por Godoy y sustituirlas por fieles a Fernando. Que en su nombre, debían levantar Aragón contra los franceses. Entre tanto, Palafox presionado por el capitán general, decidió refugiarse en la Alfranca, finca de unos parientes, a la espera de acontecimientos.
PALAFOX Y LA INSURRECCIÓN
José Rebolledo de Palfox y Merci
José, fue el tercer hijo de los cuatro del matrimonio formado por Juan Felipe Rebolledo de Palafox y Bardaxí -Marqués de Lazan- y Paula Merci y de Eril, conocida por su belleza como "el sol de Milán".
La Casa de los Lazan es una de las más antiguas de Aragón vinculada con la principal nobleza del reino, muy apreciada en aquellos años por los zaragozanos, su patrimonio era justo y mal administrado aunque les permitía el mantenimiento de su rango sin grandes pretensiones, alejados de los grandes lujos de la Corte haciendo una vida familiar y provinciana.
Los Palafox-Lazan pertenecían a la nobleza tradicional española que se basaba en un catolicismo a ultranza y una fidelidad al Rey.
Contrario a las ideas revolucionarias el marqués de Lazan padre, aceptó los criterios de Carlos III fue miembro de la Real Sociedad Económica Aragonesa de Amigos del País, esto supuso un cierto progresismo dentro de su ideario tradicional y conservador.
Los tres hijos varones Luis (1772-1843) primogénito, Francisco (1774-1812) y José, recibieron una educación tradicional que les permitió a lo largo de sus vidas una unidad de principios y un especial afecto entre ellos.
La educación de José fue confiada al escolapio Basilio de Santiago Boggiero (1752-1809) natural de Celle (Italia),profesor de la escuela Pía zaragozana en cuyas aulas enseñaba retórica, filosofía y teología.
Palafox terminó sus estudios traduciendo y hablando correctamente latín, francés e italiano. Siguiendo los criterios de su padre e imitando a sus hermanos el 13 de Mayo de 1792 se traslada a la Corte para ingresar en el Real Cuerpo de Guardias de Corps acompañado por Boggiero.
El 31 de Mayo de ese año y gracias a los quehaceres de su tía la duquesa de Granada de Ega es presentado a Carlos IV, obteniendo el 18 de Junio el nombramiento de Guardia de Corps, siete años le costaría conseguir el siguiente ascenso de alférez brigadier de caballería siendo ya huérfano de padre y madre.
La juventud, el atractivo físico y su simpatía personal le hizo destacar en la Corte en la cual afianza una amistad con el futuro rey de España Fernando y una antipatía al favorito de los reyes Manuel Godoy.
El Real Cuerpo de Guardias de Corps estaba formado por tres compañías, la española, americana e italiana, ya en el proceso del Escorial 28 de Octubre 1807 Palafox era oficial mayor y brigadier de los Reales Ejércitos adscrito a la compañía española, esta situación le permitió seguir de cerca los acontecimientos y obtener información de primera mano.
Al año siguiente, y con ocasión del motín de Aranjuez (18 de Marzo) y la caída de Godoy, fue testigo presencial de los hechos participando algo en los mismos.
Tras la abdicación de Fernando VII en Bayona, Palafox tuvo que huir precipitadamente a Zaragoza con ordenes de "El Deseado" de sublevar Aragón contra los franceses, el pueblo lo designó Capitán General de Aragón.
Durante los asedios se vio desbordado por los acontecimientos, muchas de sus actuaciones fueron improvisadas, sus ausencias en momentos críticos (15 de Junio y 4 de Agosto) fueron más que comentadas.
Supo rodearse de extraordinarios colaboradores (Boggiero, Asso, Ric, Saint Marcq...) confirmó su alto concepto del honor y de lealtad, sin hacer alarde de sus grandes dotes intelectuales supo ser patriota hasta la temeridad, manteniendo la disciplina entre militares y paisanos, enalteciendo la fe Pilarista, de la cual, era muy devoto. Su valor esta fuera de dudas sobre todo en el segundo asedio, en el que participó en combates en primera línea con grave riesgo de su vida.
El 14 de Febrero de 1809 tuvo los primeros síntomas de tifus obligándole a delegar el mando a la recién creada Junta de Defensa, la ciudad estaba al límite de sus fuerzas, la población estaba dividida respecto a la capitulación, el mando francés quería la rendición incondicional apresurando la respuesta.
La Junta viendo el estado de los habitantes, el de la ciudad y del propio Palafox acordó la capitulación el 20 de Febrero de 1809.
Firmada la capitulación y comunicada al Emperador, este trato al Capitán General como prisionero de Estado siendo conducido a Francia como un delincuente, su destino fue el castillo de Vincennes, quedando incomunicado, sin asistencia sanitaria y sin recursos económicos. La Junta Central del Reino intentó canjearlo pero el propio Napoleón se negó a ello, estando preso desde el 1 de Abril de 1809 hasta el 17 de Diciembre de 1813 ya firmado el tratado de Valençay. Tras jurar la constitución de Cádiz, Palafox consiguió el favor Real de cambiar el itinerario del Rey en su regreso a España, permitiendo a los zaragozanos aclamar a su majestad el 6 de Abril de 1814.
El prestigio de Palafox, las distinciones de que era objeto y su respetable conducta le hicieron crear enemigos envidiosos agraviándolo ante el Rey, acusándole de idealista liberal y de haber jurado la constitución de Cádiz, el variable monarca hizo caso de estas denuncias, lo sorprendente fue que el 25 de Mayo de 1815 un Real decreto lo confirma Capitán General de Aragón, aparte Fernando VII le insta confidencialidad sobre el estado del Reino.
Ya en Zaragoza y al mando de la Capitanía, ese año contrae matrimonio con Francisca Soler y Duran enigmática mujer, viuda, que a los cuatro meses de casarse el 6 de Noviembre da a luz un varón llamado Francisco, fue inscrito como hijo de padres desconocidos hasta el 3 de Julio de 1843,en el cual Palafox lo reconoce como suyo. Esta unión apresurada tuvo la oposición de los parientes más próximos del Capitán General, tras la muerte de este hijo sin sucesión, quedó extinguida la sucesión directa del héroe de los sitios José Palafox.
Palafox fue acusado y absuelto de pertenecer a la logia masónica "La Isabelina", se le otorgó en 1834 él titulo de Duque de Zaragoza, aparte de reconocimientos y honores de casi toda España.
El 15 de Febrero de 1847 falleció en Madrid a consecuencia de una apoplejía, en 1958 y tras la celebración del ciento cincuenta aniversario de los sitios, sus restos fueron trasladados a Zaragoza y enterrados en la cripta del Pilar tras rendirle honores de ordenanza.
El 24 de mayo, el pueblo amotinado, se dirige a la capitanía general queriendo ver a Guillelmi, y con su permiso coger las armas del castillo de la Aljafería. En ese momento contaba con 25.000 fusiles, unos cuantos cañones y munición proveniente casi todo de la guerra contra la Convención Francesa.
Guillelmi, al principio se opuso, pero la amenaza y el malestar era tal, que tuvo que ceder y entregar parte de este material, concretamente 5.000 fusiles que se repartieron de inmediato junto con algún cañón. El capitán general fue detenido y encarcelado en el mismo castillo, hasta la capitulación el 21 de Febrero de 1809.
Parte de la población ya estaba armada, sin embargo, el resto del día y sin rumbo, los ciudadanos se dedicaron a esperar mientras se reunía la recién creada junta suprema presidida por el general Mori, sin que esta consiguiese ver ninguna salida a la situación.
El día 25 y en medio de estos acontecimientos, unos militares y algunos paisanos dieron a conocer la misión y situación de José Palafox y su llegada a Zaragoza.
Sin perder tiempo, Jorge Ibor conocido como "tío Jorge" y seguido por unos cuantos milicianos fueron en busca de Palafox, invitándole a acompañarle para ser nombrado capitán general y primera cabeza de la insurrección.
Cogido por sorpresa, al principio rechazó tal honor, pero ante tanta insistencia marchó con ellos a la ciudad, en la cual, fue aceptado y aclamado por los ciudadanos, que pretendían nombrarle la máxima autoridad de Aragón.
El 26 de mayo se reunió la junta. El pueblo en su delirio amenazó de muerte a los magistrados si no confirmaban a Palafox capitán general. Las amenazas fueron convincentes, el general Mori renuncia e inviste seguidamente a José Palafox.
Jorge Ibor Casamayor (tío Jorge)
Nació el 22 de Abril de 1755 en Zaragoza, apodado cuello corto por sus convecinos del Arrabal, era un labrador de mediana estatura y complexión robustísima, corto de cuello y cargado de hombros, nació y murió en la calle del Rosario del burgo de Altabás, era un hombre honrado y de gran ánimo, aunque de todo punto exento de cultura.
De sus méritos en el alzamiento y primera defensa de Zaragoza, basta decir que en compañía de los hermanos Cerezo, el padre Consolación y el botillero Jimeno, fue parte principal de la insurrección del 24 de Mayo, que contribuyó con su prestigio y popularidad a la proclamación de Palafox como caudillo. En unión de sus hijos y su amigo Lucas Aced, fue organizador y jefe de la compañía de labradores y escopeteros del Arrabal, desde los primeros momentos constituyó la escolta y guardia de honor del general, no se separó un momento, participó junto a el en los combates de Alagón, Casablanca, Epila y lo acaecidos dentro de la ciudad, siendo ascendido a teniente coronel.
Murió tío Jorge de tifus, que poco después, se señoreaba por toda la ciudad, a los 53 años de edad, el 15 de Noviembre de 1808.
Ninguna institución de la ciudad pudo impedirlo, ese mismo día, el nuevo capitán general exige que su nombramiento sea legal, siendo ratificado por las recién creadas Cortes del Reino el 9 de Junio, (después de ser abolidas casi 200 años antes). Tanto a nivel nacional como regional existía un vacío de poder, así fue Palafox durante casi 9 meses el líder indiscutible y primera cabeza de Aragón.
Las noticias de la proximidad de las tropas francesas, obligaron a Palafox a crear con urgencia el ejército de Aragón. Haciéndose obligatorio el alistamiento universal de todos los aragoneses entre los 18 y 40 años, a la vez se comenzaron a formar los Tercios de Voluntarios. Otro dato importante es la xenofobia contra el ciudadano francés residente en la ciudad, cuyo porcentaje con el resto de la población era de un 15%, se dedicaban sobre todo al comercio.
En esos días de insurrección fueron maltratados física y moralmente por sus conciudadanos, algunas familias huyeron a lugares más seguros. Sin embargo, 196 personas y por orden de Palafox, fueron encerradas en el castillo de la Aljafería para su seguridad personal.
Entre tanto, continuaban llegando paisanos de Aragón y provincias limítrofes, para someterse a la autoridad del capitán general y contribuir en la defensa de la plaza. Esta circunstancia y con el tiempo, llegó a ser uno de los grandes problemas en los dos asedios. La falta de provisiones para todos y el alojamiento.
El intendente del ejercito Lorenzo Calvo de Rozas (casualidad de encontrarse en la ciudad) y por orden de Palafox, fue el encargado de administrar los auxilios, la policía y además con cargo de corregidor e intendente. Fue sin duda una de las grandes figuras en el primer asedio, como lo fue el padre Boggiero, influyente en muchas decisiones tomadas por el nuevo capitán general.
EN CAMPO ABIERTO
En Zaragoza, se crearon cinco Tercios con un total 5.000 hombres, todos inexpertos y mal adiestrados.
Entretanto desde Pamplona, el 7 de junio, partía un cuerpo de ejército francés, al mando del general Le Febvre con 4.200 soldados, abundante caballería, infantería y artillería de sitio hacia Zaragoza.
Tudela, temía la llegada de los franceses y pidió ayuda a Palafox, el cual envió a su hermano mayor Luis (con titulo nobiliario de Marques de Lazan). Partiendo el 6 de junio, al mando de un tercio formado de paisanos y 4 cañones. Al atardecer llegó a Tudela, incorporándose a los hombres de José Oto, sumando un total de 5.000 hombres.
El día 8 se libró la batalla de Tudela. Fue rápida y acabó con la retirada de los españoles. Le Febvre aprovechó la victoria para esperar refuerzos, llegando días después, el 1º regimiento polaco de la legión del Vístula y algunos soldados franceses.
Tras la retirada, Luis Palafox estableció su cuartel general en Alagón. Las únicas tropas con las que contaba, eran las compañías del general José Obispo, dragones de caballería y los dispersos del batallón de voluntarios de Tarragona. Un total de 3.000 hombres, 100caballos y 4 piezas de artillería.
El 11 de junio, el Marques de Lazan llega con sus tropas a Mallén, en busca de los franceses, se les unieron las compañías de los pardos de Aragón y los tercios de Navarra, que sumaban 4.000 hombres, en su mayor parte eran paisanos bisoños, que tras una breve resistencia abandonaron el campo de batalla.
El mismo día por la noche, y enterado José Palafox de lo sucedido en Mallén, ordenó que formara en las afueras de Zaragoza, un ejército constituido por oficiales, soldados y paisanos, reuniendo la cifra de 6.000 combatientes. Dirigiéndose todos a Alagón, frente a ellos, tenían a las tropas Imperiales que les superaban en número. Por cuya razón se retiraron después de una pequeña escaramuza, encaminándose a Zaragoza para defenderse en ella, si bien Palafox era consciente de que la capital estaba poco preparada para resistir un asedio.
El 15, los franceses estaban ya en las afueras de la urbe, con 15.500 soldados y artillería, enfrente 13.000 hombres, de los cuales, 2.000 eran soldados y el resto voluntarios. Desde el 24 de mayo, día que Palafox fue elegido por los ciudadanos. En Zaragoza no se había detenido la construcción de las defensas. Se hicieron aberturas en muros y tapiales para tirotear desde dentro, también barricaron calles y se construyeron cuatro baterías colocadas en las puertas de la ciudad. Siendo diseñadas dichas baterías, por el ingeniero militar Antonio Sangenis, que valió a los defensores la victoria en el primer ataque francés a la ciudad.
El 16 de Junio, Palafox, observando que el enemigo estaba en las afueras de la ciudad, marchó al pueblo de Belchite en busca de refuerzos, confiando el mando al teniente del Rey, Vicente Bustamante.
El plan del capitán general consistiría en hostigar y distraer al enemigo, e intentar reclutar tropas en diferentes puntos de la provincia, para auxiliar y ayudar en la defensa de la ciudad en caso de caer en manos de los franceses.
El mayor fracaso fue el no poder cortar el abastecimiento de los Imperiales con Pamplona. Con tropa y oficiales adecuados se hubiese conseguido, por ejemplo; volando puentes, caminos y quemando las barcas que cruzaban el Ebro. La ruta, estaba guarnecida por solo 500 soldados franceses.
Desde mitad de junio, hasta casi el final de julio hubo algunas escaramuzas y forcejeos en campo abierto, pero la ineptitud y desavenencia de algunos oficiales, más la pobre preparación de las tropas, no ayudaron a la defensa de la ciudad.
PRIMER ASEDIO
El 15 de junio por la tarde, tras algunos choques en las afueras de la ciudad, las tropas francesas atacan por primera vez lo que suponían las partes más débiles de la defensa.
Con un ataque combinado en las Eras del Rey (situada cerca de la iglesia de Portillo, entre los antiguos conventos de Los Agustinos y Trinitarios). Y en las puertas de Santa Engracia, Carmen y Portillo.
Algunos dragones de caballería consiguieron romper las defensas en la puerta del Carmen, dirigiéndose hacia la del Portillo. Sin embargo, por el trayecto les salieron al paso una multitud de zaragozanas que los aniquiló. Otro grupo enemigo se introdujo en el cuartel de caballería (situado en las cercanías de la plaza de toros). Los defensores lo incendiaron permaneciendo otra vez en manos aragonesas.
Al anochecer y después de 9 horas de luchas, el resultado fue favorable a los defensores.
Los franceses se retiraron a las afueras de la ciudad. El día siguiente lo aprovecharon para saquear algunos pueblos de alrededor. Cuarte, Cadrete, Maria de Huerva y matando a los frailes del convento de Santa Fe.
Mientras sucedían los saqueos, los habitantes estuvieron ocupados talando los olivares que rodeaban la capital, a una distancia de 700 metros, los imperiales los utilizaban para cobijarse.
El día 16 entran por el Arrabal refuerzos militares y civiles junto con el Marques de Lazan en sustitución de José Palafox, que se encontraba en Belchite reuniendo refuerzos. Asimismo se estacionó en las cercanías el general francés Grandjean, con el 2º Regimiento Polaco del Vístula.
En esos días, también los hermanos Palafox reunían sus fuerzas en las cercanías de Epila, para atacar a los franceses por la espalda.
El 24 sucedió la batalla de Tudela, donde fueron derrotados los españoles por el coronel polaco Cholopisky, originando más de 600 bajas. Esta derrota ocasionó un intento de sedición entre los oficiales que fue atajado por Palafox.
Llega a Zaragoza el 26 el general Verdier, con más antigüedad y experiencia, trae consigo material de sitio, elevándose a 10.500 hombres, la tropa francesa destacadas en las afueras de la plaza.
Los días 27 y 28 dos sucesos estuvieron a punto de dar un vuelco al asedio. El primero fue la explosión del polvorín general de la ciudad cuando era trasladado al convento de San Agustín (Tenerías).
La explosión destruyó parte del barrio de La Magdalena. El segundo, los Imperiales aprovecharon este desgraciado suceso para atacar al día siguiente las fortalezas de Torrero y la Aljafería. También las puertas del Carmen y Santa Engracia. Fueron rechazados en el ataque a la ciudad, en cambio, tuvieron éxito en el asalto a las posiciones de Torrero.
La capital seguía recibiendo refuerzos, esta vez provenientes de Lérida y Monzón. Las autoridades conocedoras del posible bombardeo de la ciudad, idearon un sistema de alarma por medio de toque de campana en Torre Nueva, y estableciendo refugios en las calles. Además, se desempedraron estas para evitar que los cascotes de adoquines produjeran más daños con las explosiones.
Las fuerzas Españolas
Estaban formadas en el primer asedio por voluntarios zaragozanos resto de Aragón y provincias limítrofes.
Los militares no sumaban más de 3000, en su mayoría eran grupos dispersos huidos de los franceses.
En la madrugada del 1 de Julio, comenzó el bombardeo desde las alturas de Torrero y Bernadona.
Donde los franceses habían instalado 30 cañones de sitio, 4 morteros y 12 obuses. En 27 horas que duró el cañoneo, se contaron más de 1200 disparos, en su mayoría dirigidos a la Aljafería, que estaba defendida por una compañía de Cerezo y otra de cazadores de la legión portuguesa.
Los imperiales, consiguieron abrir brechas en los muros del castillo, pero el foso evitó el asalto de su infantería. También fueron alcanzadas las puertas Sancho y del Carmen.
Al amanecer del día 2, Palafox regresa a la ciudad con refuerzos, al tiempo que seis columnas francesas de 500 a 600 hombres se dirigen hacia sus objetivos.
Dos de ellas atacan las puertas del Carmen y Santa Engracia y la tercera el convento de San José. Las tres restantes se dirigieron a la puerta Sancho, Aljafería y los restos del cuartel de caballería.
Fueron recibidos por importante fuego de mosquetones, lo que evitó su entrada, a excepción de la puerta del Portillo. Pero hay estaba Agustina de Aragón con su cañón, su certero disparo impidió el asalto.
Agustina de Aragón se llamaba en realidad Agustina Zaragoza Doménech, y no nació en Aragón sino en Reus. Casada con un militar, llegó a Zaragoza en 1808 comenzada ya la guerra de Independencia. A su marido se le dio por muerto casándose con otro militar el capitán Luis de Talarbe. Agustina participó activamente en la defensa de la ciudad (Junio-Agosto 1808), luchó en la defensa del convento de Jerusalén. Pero donde consiguió renombre fue en la defensa de la puerta del Portillo, donde los asistentes de una batería de artillería estaban muertos o heridos, Agustina tomó el mando de la misma en un momento decisivo de la batalla, su actuación fue aplastante para que las tropas francesas no entrasen en la ciudad. Palafox, fue testigo de esta acción y que le valió renombre en España y Europa.
También se sabe que fue echa prisionera escapándose, estuvo presente en el asedio a Teruel, participó con su marido en los combates por la posesión de Tortosa, donde fue echa prisionera otra vez, en esta ocasión junto a su marido, volviendo a escapar. Terminada la guerra fue recibida en Madrid por Fernando VII quien le otorga una pensión vitalicia. Casada con el segundo marido apareció vivo el primero, con el cual había tenido un hijo. Tomando la decisión de no vivir con ninguno de los dos. Al poco tiempo falleció el primer marido y el segundo emigró a América.
Se casó nuevamente también con un militar Juan Cobo de Belchite y Mesperma con el cual tuvo una hija.
Agustina, falleció en Ceuta a la edad de 71 años, la historiografía romántica la glorificó como una heroína, en 1870 sus restos fueron trasladados a la Basílica del Pilar, para el centenario de los sitios en 1908. Siendo trasladados a la iglesia del Portillo, donde reposan definitivamente.
Esta ofensiva les causó a los franceses 500 nuevas bajas, cifra muy superior a los defensores. Verdier, desconcertado por los sucesos, decidió cambiar de planes, concibiendo operaciones de una plaza fuerte, aún siendo Zaragoza una ciudad escasamente amurallada. Por órdenes del propio Napoleón, se empezó a construir paralelas (trincheras de aproximación), entre los días 3 y 15 de julio.
Mientras tanto, Le Febvre acosaba los abastecimientos provenientes de Calatayud, Tauste y Tudela y los que venian del Bajo Aragon. Ya en Zaragoza, Verdier manda construir un puente de barcas, Ebro arriba, a la altura de Juslibol, con el objeto de cruzar tropas y tomar el Arrabal para así cerrar por completo el cerco. El 11 de julio consiguen cruzar el río, si bien con perdidas considerables.
El 12 se lanzan sobre el Arrabal, obligando a los defensores abandonar el convento de Jesús y las huertas. No perdieron el tiempo los sitiadores y emplazaron artillería, asimismo, se dedicaron al saqueo de los pueblos de alrededor, cortaron el caudal de las acequias, y quemaron las cosechas que estaban a punto de recolectarse.
La escasez de material de guerra y de alimentos se empezó a sentir, acentuándose con el paso del los días. Hay que destacar que en este primer asedio, el ejército napoleónico no logró cerrar por completo el perímetro a la capital, la cual, recibía suministros por la parte del Arrabal que no había sido conquistada.
La táctica francesa continuaba, esta vez empleando hornillos o minas subterráneas, empleadas por primera vez en la puerta del Carmen y Torre del Pino. Si bien, fueron contraminadas por los defensores. Los trabajos de asedio proseguían consolidando paralelas, emplazando baterías y preparando el ataque general. Intuyendo que se estaba amasando el asalto definitivo a la plaza algunas altas instancias civiles, eclesiásticas y militares intentaron una rendición a espaldas de Palafox.
El capitán general enterado de estos acontecimientos, los mandó encarcelar el 20 de julio. Palafox, estaba convencido de resistir y recibir auxilios.
Verdier, conocedor de los problemas de Zaragoza se ensañaba con continuos bombardeos y asaltos, con objeto de atemorizar y desmoralizar a la población.
El 1 de agosto, los franceses recibieron más refuerzos, con la llegada de la brigada del general Bozancourt, las tropas ascendían ya a 15000 soldados.
Entre los días 1 y 2 los imperiales, conquistaron dos conventos en los extramuros de la ciudad, el de San José (ahora, un parque junto al río Huerva) y el de los Capuchinos (ahora, la biblioteca de Aragón) en los cuales emplazaron artillería. De esta forma se completó el cerco de este a oeste, que en toda su línea contaba con 38 cañones de grueso calibre. A las 4 de la madrugada del día 3 abrieron fuego todas las piezas, siendo alcanzado el Hospital de Nª Sª de Gracia (ahora, Banco de España). Repleto de heridos, teniendo que ser evacuados a zonas más seguras.
El Ejército Francés, en el primer asedio estaba formado mayoritariamente por soldados polacos, con poca experiencia en el combate, pero compensada de sobras con la temible y eficaz artillería francesa.
El 4 de agosto al amanecer y por ordenes del emperador, las columnas francesas entraron por las brechas abiertas en los muros, en un asalto combinado por las puertas del Portillo, Carmen, Santa Engracia y el barrio de la Magdalena. El plan de Verdier era partir por la mitad la ciudad y llegar hasta el río. En su avance saquearon el barrio de la Magdalena cometiendo toda clase de atrocidades, causando el pánico de la población que huyó hacia el Arrabal.
Sin embargo, se produjeron varios hechos clave:
En el puente de Piedra, el teniente de caballería Luciano Tormos, frena la huida.
En la Magdalena la vanguardia francesa es atacada y detenida.
Las columnas que se dirigían al puente de Piedra y al mercado, también son contenidas por los defensores.
Por segunda vez, Palafox marcha de la capital, esta vez, en dirección a Osera, con el propósito de conseguir refuerzos o dar por perdida la ciudad. Mientras, los ciudadanos, continuaban combatiendo ajenos a la marcha de su líder. En la lucha callejera, los defensores emplearon las casas para disparar desde ellas. Las calles eran protegidas por barricadas entorpeciendo así el avance de los agresores.
En su embestida, los franceses incendiaron el palacio de Sastago, robando el tesoro general que ascendía a 2.000.000 reales de vellón, igualmente se introdujeron por las brechas del jardín botánico por Santa Catalina (ahora, calle San Miguel), llegando hasta el Hospital de Nª Sª de Gracia. Igualmente se colaron por la puerta del Carmen.
Ya por la noche, los imperiales fueron rechazados hasta el Coso. En los combates, Verdier resultó herido, encomendando el mando a Lefévbre.
Al final de esta jornada, el resultado de la ofensiva francesa fue la conquista del 40% de Zaragoza. En los siguientes días continuaron los bombardeos, saqueos y la lucha en las calles, sin conseguir los franceses progresos de importancia.
El día 7 entró Palafox en la ciudad con el 2° batallón de Voluntarios de Aragón, en una brillante acción combinada con su hermano el Marques de Lazan, consiguiendo introducir alimentos y material de guerra. Mientras, los defensores recuperaban algo de lo perdido, con la ocupación del convento de Santa Catalina. En el lado francés, llegaron noticias de la derrota en Bailén y la huida de José I a Vitoria. A los pocos días recibieron orden de eludir nuevos combates manteniendo lo ganado.
Para asegurar la retirada francesa, continuaron los bombardeos a la ciudad, siendo aprovechados para desprenderse del material que no podían llevar consigo.
Así mismo y dentro de la capital, llegaron noticias de la proximidad de un ejército de socorro. Palafox aprovechó estos acontecimientos. El día 8, efectuó una nueva ofensiva sobre la brigada Pive situada en la orilla izquierda del Ebro, tuvo éxito, consiguiendo con ello romper el cerco en el Arrabal.
En la madrugada del 13 al 14, una gran explosión sacudió Zaragoza. Los zapadores franceses volaron el monasterio de Santa Engracia en su huida. Lefébvre, permaneció con sus tropas para proteger la retirada, el día 14 abandonaron la ciudad con dirección Tudela donde llegaron el 17.
En su precipitada marcha quemaron todo lo que podía ser útil, entre ello 50 piezas de artillería, alguna de las cuales fueron arrojadas al canal Imperial, además, abandonaron a su suerte a los heridos.
Las bajas francesas en el primer asedio ascendieron a 3.000 hombres, en el bando defensor sumaron 2.000.
Durante el asedio y sobre todo en fases de ataques y bombardeos, Verdier envió emisarios solicitando la rendición. Palafox, respondía con negativas, en una replicó con su famosa frase de "Guerra y Cuchillo".
Terminado el primer asedio, las autoridades tomaron una serie de medidas higiénicas para evitar todo riesgo de epidemias. Se autorizó a los paisanos a retornar a sus lugares de origen, con el fin de recoger las cosechas y llevarlas a Zaragoza. Estaban convencidos del regreso del enemigo. Además, se acordó la expulsión de los residentes franceses en la ciudad y el secuestro de sus bienes.
Tanto militares como paisanos, comenzaron a reparar las defensas destruidas y a construir otras nuevas, el responsable de las obras seguía siendo el coronel de ingenieros Sangenis, sin embargo, no dio tiempo a terminarlas.
A cambio, se pudo recuperar las piezas de artillería arrojadas por los franceses al canal Imperial.
En el resto de España la resistencia zaragozana provocó un sentimiento de apoyo, llegando cantidad de donativos tanto en metalito, como en especie. El 5 de septiembre, el comisario Británico Charles Doyle, llegó a la ciudad. Quedando impresionado por la resistencia mostrada. Doyle colaboró con un cuantioso donativo y 8.000 fusiles que llegarían meses mas tarde.
Los franceses en la retirada hacia Navarra, fueron perseguidos por un ejército de 4.000 hombres (voluntarios de Zaragoza y Huesca) al mando de Luis Palafox. No obstante, tuvieron que integrarse a otras fuerzas españolas que desde Castilla y Valencia iban al alcance del enemigo. Pensaban en derrotarles y expulsarles de España.
Mientras, Napoleón, en un empeñó personal, lanzó sobre la Península 250.000 hombres de la "Grande Arme", todos veteranos y que nada tenían que ver con los soldados bisoños de 1807. El Emperador quería llevar a cabo una campaña de aniquilación en la península. Siendo la línea del Ebro, uno de los objetivos prioritarios. Al mando de estas fuerzas estaba el prestigioso mariscal Lannes.
Siete Cuerpos de Ejército eran los encargados de cumplir las órdenes del Sire, dirigidos por los siguientes generales.
Víctor (1: C.E), Bessiires (2: C.E), Moncey (3: C.E), Le Febvre (4:C.E), Mortier (5: C.E), Ney (6: C.E.) y Sant Cyr (7: C.E).
Otra vez Tudela fue la llave para entrar en Zaragoza, al perder los españoles la batalla el 23 de Noviembre. La consecuencia de esta derrota fue el segundo asedio que sufriría la capital. Después de la dispersión ocasionada por este descalabro, algunas tropas participantes se refugiaron en la urbe. La división de Saint-Marq (mariscal belga al servicio del ejercito español) y la de O`Neille, así como parte de las de Roca y Villariezo. Entre tanto, el ejército asediador, no queriendo caer en los errores cometidos en el primer sitio se tomaba su tiempo en los preparativos.
Iba a comenzar el segundo asedio, cuyas consecuencias fueron mucho peor que el anterior. El frío, hambre, bombardeos, asaltos...y la epidemia de tifus, que acabaron con la vida de miles de los defensores de Zaragoza.
Un hecho luctuoso significativo tuvo la ciudad, el 15 de Noviembre de 1808 muere Jorge Ibort Casamayor, "Tío Jorge", contagiado por el tifus.
El 23 de noviembre y como resultado de la derrota de las tropas españolas en Tudela a manos del ejercito Imperial, cuyo mando lo ostentaba el mariscal Lannes, (jefe supremo de todas las fuerzas francesas en el Ebro), queda libre el camino a Zaragoza.
Mientras en la cuidad, siguen con retraso los trabajos de reparación y construcción de las fortificaciones. Reforzándose las tapias e instalando baterías, (la artillería de la plaza contaba con 160 piezas) consolidando como fuertes avanzados en los extramuros los siguientes conventos:
San José, Capuchinos, Trinitarios, el reducto del Pilar (ahora, intersección del Paseo de las Damas con Sagasta), y monte de Torrero. En el Arrabal, los de San Lázaro y Nª Sª de Jesús.
Hay que señalar que el plan de Sangenis consistía en sacar las defensas de la ciudad con fortificaciones comunicadas por trincheras, sin embargo, los trabajos no se pudieron acabar.
El segundo sitio se diferenció del anterior por los paisanos, los cuales, tomaron de forma tan rotunda y briosa la defensa de la ciudad en el primer asedio. Debido a la gran cantidad de tropa que había en la urbe y que seguían llegando. Como el día 2 de diciembre, entrando refuerzos de hombres y material procedentes de lugares de Aragón y Valencia, más los 8.000 fusiles prometidos por el comisario Británico Doyle.
Así mismo, los almacenes estaban repletos de víveres gracias a la última cosecha, por desgracia, y con la capital sitiada no perduraron mucho. El responsable de esta imprecisión fue Palafox, junto por la ausencia en el segundo sitio del administrador militar Calvo de Rozas que tan decisivo fue en el primero. Sin embargo, se rodeó de dos excelentes colaboradores, Pedro Mª Ric y Augusto de Clement de Saint-Marq.
Zaragoza, en esos momentos, estaba defendida por 15.000 voluntarios y 30.000 soldados, estos últimos eran la mezcla de los diseminados ejércitos de Reserva y Centro. Los franceses, mientras, ultimaban los preparativos para comenzar el asedio; llegan a Zaragoza dos cuerpos de ejército. El 3º del Mariscal Moncey y el 5º del Mariscal Mortier, más una brigada de caballería, en total 35.000 infantes y 2.000 de Caballería.
Los imperiales al mando de Lannes, (al poco tiempo enfermó, se hizo cargo el Mariscal Junnot ) y tras la experiencia del primer sitio comenzaron su estrategia de asedio, la cual se dividió en cuatro fases.
21 DE DICIEMBRE 1808 AL 21 DE FEBRERO 1809
1ª Fase. Eliminar la primera línea defensiva.
El 21 de diciembre y al amparo de la noche, cuatro divisiones atacan objetivos diferentes.
1º Las esclusas del Canal Imperial en Casablanca. 2º los altos de Bernardona. 3º el barranco de la Muerte. 4º el barrio del Arrabal.
Obtuvieron un éxito relativo, pues los defensores de Torrero en su retirada volaron el puente de América en el canal. Asimismo, las tropas españolas de Torrero y Casablanca se pudieron refugiar en el reducto del Pilar.
La división de Gazan fracasó en el Arrabal, (punto vital para los defensores, era la entraba de todo el material de guerra y alimentos del exterior). Fue rechazado por unidades suizas y tropas de refresco que acudían de la ciudad. En este ataque, los franceses perdieron el 10% de sus hombres. Si bien, pudieron atrincherarse dos brigadas en el camino de Zuera, bloqueando de esta forma la salida de los defensores consiguiendo cerrar el cerco a la ciudad.
2ª Fase. Construcción de puentes sobre los ríos Ebro y Huerva.
Situaron al 3º cuerpo de ejército a la derecha del Ebro y el 5º en la izquierda, para despejar los obstáculos e intentar abordar las tapias y puertas que defendían Zaragoza.
Con esta acción envolvente, el mariscal Moncey mandó una misiva (también en el segundo asedio, siguieron exigiendo los franceses la rendición) para capitular, comentando la toma de Madrid el 3 de diciembre. Palafox, sabía que la situación estaba cada vez peor, sin embargo, continuaba con su obstinada negativa de no capitular.
Comprendiendo que la ciudad no se rendía, los zapadores franceses comenzaron su trabajo el 22 de diciembre, tendieron un puente provisional de barcas sobre el Ebro, enfrente de Juslibol, para unir los dos cuerpos.
Los días 25 y 26 consolidaban las orillas del Huerva con dos puentes entre Santa Engracia y el jardín botánico, mientras hacían estos trabajos y para atraer la atención de los defensores, se valían de asaltos y bombardeos.
3ª Fase. Para acercarse a los objetivos con seguridad tenían que eliminar las fortalezas exteriores. Con ese fin, construyeron trincheras de aproximación o paralelas, a cargo del jefe de ingenieros el general Lacoste. Siendo estas fortalezas, el convento de San José, el reducto del Pilar y la Aljafería. Una vez tomadas podrían acercarse a los tapiales de la ciudad y con la infantería introducirse en la urbe.
El 23 de diciembre, comenzó la construcción de la primera paralela enfrente del convento de San José, otra en Santa Engracia y la última en la Aljafería.
El 24, atacaron los franceses el convento de San José, en el que tuvieron grandes perdidas, siendo obligados a retirarse hasta la Cartuja. Al día siguiente, una acción del teniente general O`Neylle los echó del soto de Mezquiza. Los imperiales, con estos últimos sucesos, comprendieron otra vez que la ocupación de Zaragoza no iba a resultar sencilla.
Aun así, los zapadores enemigos reiniciaron los trabajos la noche del 29, (para
estas fechas, comenzaron los primeros síntomas de epidemia, que afectó a los defensores de la ciudad).
Los zaragozanos tuvieron algo de fortuna. Advirtieron que la riada del día 30 de diciembre, había destruido el puente de barcas sobre el Ebro. Durante unos días los dos cuerpos de ejército franceses estuvieron incomunicados. El 31, Palafox, ordenó dos ataques para desbaratar los trabajos de construcción de paralelas.
El encargado fue otra vez O`Neylle. Con una fuerza de 4.000 hombres atacó las trincheras de aproximación que se estaban construyendo en el Arrabal, e intentó liberar Juslibol lográndose en parte. En esta salida la caballería de los defensores provocó 200 bajas francesas.
En el sector de San José, una descubierta dirigida por Mariano Renovales asaltó las trincheras a la bayoneta, originando 150 nuevas bajas enemigas. Pese a estos reveses, los franceses continuaron con las labores de asedio luchando también contra las inclemencias del invierno.
El 10 de enero de 1809, comenzó un devastador bombardeo dirigido sobre todo a los fortines de extramuros. Dos días después y tras una sangrienta jornada, los defensores del convento de San José tuvieron que abandonarlo, y el día 15 fue tomado el reducto del Pilar.
Tras estas dos perdidas y aprovechando sus restos, los zapadores franceses trazaron la segunda paralela, por la orilla izquierda del Huerva a escasa distancia de los muros y tapiales de la capital.
El gran ingeniero militar que ideó las defensas de Zaragoza, Antonio Sangenis. Muere el día 11 en las tapias del convento de las Mónicas. Las baterías francesas estaban ya situadas desde Bernardona hasta San José. El bombardeo era continuo, saldándose con más de 100 bajas diarias entre los defensores, debido al cañoneo y la epidemia. Para más desdicha, el 17 de enero, Zaragoza se queda sin pan y carne.
Los zapadores imperiales lograron abrir brechas en los muros de las Mónicas y San Agustín, siendo destruidas también las tapias desde Santa Engracia hasta las Tenerías.
Arrasados los molinos de aceite que estaban situados fuera de la ciudad, obstaculizada la llegada de refuerzos, desmanteladas parte de las baterías defensivas y frustradas las salidas de hostigamiento, recupera el mando del 3º y 5º Cuerpos el 22 de enero, el Mariscal Lannes. Aprobando los planes de Junot y estableciendo su nuevo cuartel general en Casablanca.
4ª Fase. Asalto a la ciudad.
Informado Lannes que Zaragoza no recibiría ayuda exterior, ordenó el asalto definitivo el 28 de enero. Tras un continuo bombardeo el día anterior, se introdujeron los franceses por Santa Engracia y sus cercanías. En un cuerpo a cuerpo atroz, luchando casa por casa, llegando el combate a los tejados mismos como prolongación del terreno perdido en el suelo.
Los imperiales conquistaron fuertes posiciones en la Plaza de Santa Engracia, convento de los Trinitarios y en la calle Paboste.
Cuando la resistencia era tenaz, los zapadores practicaban galerías subterráneas para colocar minas u hornillos haciendo volar las casas, así sucedió con las viviendas de la calle Santa Engracia el día 30.
En el barrio de la Magdalena, comenzaron los ataques ese mismo día, abriendo una brecha en el convento de San Agustín (recordado por su defensa desde el pulpito y capilla), por la cual, se introdujeron los granaderos enemigos. La lucha transcurría en espacios reducidos, habitación por habitación, sala por sala. Hasta entonces ningún ejercitó había luchado en esas condiciones.
Los franceses, consiguieron avanzar ligeramente, pero una contraofensiva al mando de Palafox les hizo volver a su punto de partida.
Los barrios de la Magdalena y Santa Engracia eran los mas castigados, sus habitantes huían a la zona de la ciudad menos destrozada; la de San Pablo. El resto de paisanos y militares se defendían dentro de las casas y en las barricadas. Pese a su heroísmo, el barrio de la Magdalena fue ocupado el 1 de febrero.
Las Tenerías fue atacado el día 2 y el de Santa Engracia ocupado el día 3. Los franceses, se acercaban lentamente al centro de la ciudad, donde asomaron el 7 por la zona del Hospital de Huérfanos y la Plaza de la Magdalena.
En estos primeros días de febrero, ardió por los cuatro costados el palacio de la Diputación del Reino de Aragón con sus archivos y joyas. Además, continuaban los duros combates en el Arrabal. Tomando el enemigo el convento de Nª Sª de Jesús el día 6, y desde el cual, comenzaron a disparar sus baterías deliberadamente sobre la Basílica del Pilar, con el fin de desmoralizar a los ciudadanos.
El día 11 fue arrebatado a los defensores el convento de San Francisco, después de cuatro días de encarnizada lucha. Los imperiales asomaban ya por el Coso. Para el 18 de febrero, el convento de San Lázaro pasó a manos francesas. El Arrabal había caído...
En ese día saltó por los aires la Universidad (estaba situada entre la Plaza de la Magdalena y el Coso Bajo).
Para estas fechas, Zaragoza había agotado todos los víveres salvo el agua de arroz, al tiempo que las tropas imperiales seguían avanzando. El 19, voló por los aires la iglesia de la Trinidad y se perdió la puerta del Sol. Las bombas y granadas lanzadas sobre la ciudad, sobrepasaban ya las 20.000 desde el comienzo del asedio.
Entre los defensores las muertes superaban las 300 diarias a causa de los combates y la epidemia. Ese mismo día, Palafox, experimenta los primeros síntomas de contagio, estableciéndose una Junta de defensa en la que relegar el mando.
José Palafox, antes de entregar el mando obligado por las fiebres al general Saint- Marq, envió a su ayudante al campamento francés para entrevistarse con el mariscal Lannes, e intentar conseguir una tregua de tres días. Asimismo, confirmar los progresos del ejército francés en España y en caso afirmativo aceptar la capitulación. Lannes, respondió dando su palabra de honor y ratificando lo antes comentado, junto la imposibilidad de recibir refuerzo alguno, prometiendo el perdón general a todos los defensores de Zaragoza.
Mientras, la enfermedad del capitán general se agrava, delegando el mando de las decisiones a la Junta de defensa presidida por Pedro María Ric. La Junta fue convocada secretamente por temor a los defensores a ultranza.
El secreto duró poco tiempo y ya enterados, se manifestaron en contra, intentando apoderarse de la artillería y munición, tratando de proseguir la defensa.
La Junta, acordó capitular el 20 de febrero de 1809, pese a la negativa de Palafox cuando recuperaba la lucidez.
Escoltados por Lanceros franceses, el capitán general y la Junta fueron llevados al su cuartel general en Casablanca, donde serian recibidos por el mariscal Lannes, en presencia de Junot.
CAPITULACION
La capitulación incluía 11 artículos. Parte de los zaragozanos la aceptaron con malestar, sobre todo los defensores a ultranza, queriendo continuar la defensa hasta la inmolación. Sin embargo, la realidad estaba en las calles, sembradas por más de 6.000 cadáveres. Destrucción, hambre y miseria era lo que quedaba de la antes prospera ciudad. El 21 de febrero de 1809, entran en Zaragoza las tropas francesas. Desarmando a los defensores y saqueando el tesoro del Pilar. Siendo el principio de una feroz represión. Dentro de la ciudad fueron ejecutados Santiago Sas y Boggiero. Meses más tarde, también lo fue el padre Consolación, conducido a Francia en una cuerda de prisioneros.
Los 12.000 defensores que no juraron fidelidad al nuevo Rey José I, fueron encarcelados en cercos de tapiales. Para su traslado a Francia por el general Morlot, quien, en el camino de Zaragoza a Alagón mandó fusilar a 250 prisioneros.
Además, a consecuencia de su estado y las penalidades de la marcha, perecían diariamente 300 hombres. Napoleón, comentaba de ellos que eran "fanáticos que no merecen ninguna consideración".
Entre tanto, Palafox, agonizante por el tifus, era humillado por Lannes obligándole a trasladarse a Casablanca para firmar la Capitulación. Por orden del Emperador, el capitán general fue desarmado y tratado como prisionero de Estado. Trasladado a Francia y encarcelado en el castillo de Viçenns con el sobrenombre de Pedro Mendoza.
Mientras en la Península, la guerra continuaba...
José de Palafox y Melci, pudo recuperarse de su enfermedad en cautiverio, siendo liberado el 8 de diciembre de 1813. Falleció en Madrid el 15 de febrero de 1847 a la edad de 72 años. Sus restos, fueron trasladados a Zaragoza en 1958 coincidiendo con el 150 aniversario del comienzo de Los Sitios. Reposando desde entonces en la Basílica del Pilar.
“He visto el gran reducto del río Moscova, uno de los mas señalados horrores de la guerra.
Pues bien, en lugar alguno sentí la misma emoción que en esta ciudad. La visión del tormento es mas patética que la muerte."
-Brandt- General francés.
Zaragoza, antes de los asedios que sufrió, estaba habitada por 55.000 almas, sin embargo, en el segundo asedio llegó a albergar una guarnición de 47.000 hombres, a los que se añadió una población civil de 30.000, compensando los que vinieron a defenderla por los que huyeron a lugares mas seguros.
Las bajas directas de los defensores en combate en los dos sitios fueron de 6.000 personas, pero el hambre, el frío y sobre todo la epidemia elevaron la cifra a 55.000. Es decir, en los dos asedios falleció el 50% de la población.
El día de la capitulación contaba la ciudad 26.000 bajas entre enfermos y heridos, de los que morían diariamente 600 personas. La ciudad comenzó nuevamente la vida "normal" con 12.000 habitantes, descontando los fallecidos (combates, epidemia, ejecuciones y huidos) perdiendo el 75% de la población que poseía antes de la guerra, tardando muchas décadas en crecer demográficamente.
La destrucción de edificios e instalaciones fue similar, los franceses con su táctica militar que consistió en el bloqueo de las puertas de acceso a la urbe, destrucción de los muros defensivos y edificaciones exteriores mediante artillería y explosivos subterráneos, combates cuerpo a cuerpo y para terminar, asaltos por sorpresa nocturnos.
Aparte de otras circunstancias, no se podían permitir otra derrota en la Península, pusieron todo su empeño humano y material en dominar Zaragoza, sus bajas ascendieron de 8 a 10.000 hombres más el cuantioso utillaje de guerra.
Fueron destruidos muchos conventos, edificios civiles y numerosos palacios, desaparecieron muchas instalaciones industriales y toda actividad docente.
Durante años Aragón careció de capital humano, técnico y profesional, la burguesía zaragozana quedó casi deshecha.
No quiero dejar de mencionar la importancia que tuvo el corredor del Ebro hacia Zaragoza desde Caspe y Sástago, tanto de caudal humano reforzando las defensas en el 2º sitio, como de víveres y municiones mientras los franceses no cortaron su paso.
La información con la que se ha montado este reportaje esta sacada de páginas de Internet de libre consulta, libros de historia de Aragón historia de España y fuentes propias del autor.
Este reportaje esta construido para publicarse en lugares de Internet de libre acceso y asociaciones sin ánimo de lucro.
En Zaragoza, 17 de Noviembre de 2008.
Año del bicentenario de Los Sitios
Adaptación literaria libre:
Fernando Benito
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