28 de marzo de 2010

La Carpa, el Conejo y una Caja de Melocotones

El Tío Boleas nació y vivió a comienzos del siglo pasado, es un personaje entrañable para los que lo conocieron, hombre cabal donde los haya, buen trabajador, pero tenia un pequeño defectillo, le gustaba contar alguna mentirijilla que otra, por eso el apodo de Tío Boleas.

Un pariente suyo, ha tenido a bien relatarme alguna de sus aventuras, que muy gustosamente plasmare en estas líneas para que quede constancia de esas vivencias.

La carpa y el conejo.

Contaba el Tío Boleas, lo que le aconteció un día en el que había ido al río para pescar, no por deporte entonces se iba al río a pescar para comer.

Bien, el tío Boleas estaba sentado en el puesto de pesca con la caña en el río, intentando sacar unos peces para la cena, cuando de repente le entro un retorcijón de tripas a la vez que notaba la picada del pez en la caña, el tío Boleas se bajó los pantalones sin soltar la caña, se puso en cuclillas y se dispuso a evacuar......

Y en eso estaba cuando sintió la picada, el corcho se le fue a dentro del agua, el pez era grande, el tío Boleas estaba en pleno esfuerzo, pero agarro la caña con las dos manos y dio un impresionante tirón a la caña hacia fuera del agua.

El pez salió como un obús enganchado en el anzuelo, describió un arco ascendente pasando por encima de la cabeza del tío Boleas, con tan buena fortuna que un conejo se desbarró en ese momento, justo en la trayectoria que llevaba el pez y aunque les resulte increíble, el pez dio de lleno en la cabeza del conejo y lo dejo seco.

El tío Boleas terminó con sus obligaciones corporales, cogió el pez y el conejo y se fue a su casa a contar la gesta que le había acontecido.

Una caja de melocotones

La caza y la pesca en aquellos días era mas cosa de necesidad que de deporte, los cartuchos se los fabricaba el cazador y las cañas de pesca y los anzuelos lo mismo.

El tío Boleas como la mayoría de hombres de aquella época, era cazador y pescador, esta es una historia que contaba con mucho sentimiento al calor de la lumbre, en las fría noches de invierno.

Un día cazando conejos por una zona de vegetación alta, le salió un ciervo, el tío Boleas se echó mano a los bolsillos pero no llevaba cartuchos de postas solo de perdigon para pluma, el tío Boleas se estaba comiendo un presco así que metió un cartucho de perdigón del 10, cogió el hueso del melocotón y lo metió por la boca de la escopeta apunto al ciervo entre la maleza y PUM...... disparo la escopeta el ciervo dio un salto y salió disparado perdiéndose entre la alta maleza. El tío Boleas se marchó sin el ciervo.

Un año después el tío Bolea estaba cazando por la misma zona y de pronto entre la maleza vio la figura de un ciervo con una gran cornamenta, esta vez el Tío Boleas llevaba postas, así que apunto y en el momento del disparo el ciervo se movió y dio varias embestidas con la cornamenta pero salió dando saltos y se perdió entre la maleza.

El tío Boleas se acercó a donde estaba el ciervo y no encontró rastro de sangre pero lo que sí encontró fue quince o veinte kilos de melocotones en el suelo.

Seguiremos con la saga del Tío Boleas.

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