Ven a Sástago a Disfrutar
del Misterio y la Magia
del Lugar.
Origen
Sastago, enclavado en medio
de los Meandros del Ebro, es un pueblo con muchas raíces históricas, rodeado de agua, leyendas y magia.
Los orígenes
del municipio parecen remontarse al siglo III a.c. cuando se asentaba en el
terreno un poblado íbero. Tras
la llegada de los romanos, el
terreno debió quedar despoblado ocupado únicamente por algunas fincas de
recreo.
En la edad
media los musulmanes construyeron en los terrenos un castillo y una pequeña
villa. Alfonso I el Batallador tomo la villa en 1133 y se la entrego en calidad de
tenente a su alférez Don Artal de Alagón.
Desde el
siglo XII la familia Alagón obtuvo el dominio jurisdiccional de Sástago en
compensación a la entrega de Morella a Jaime I, desde ese momento fueron constantes las disputas por
la delimitación de terrenos entre Sástago y el Monasterio de Rueda.
En 1511 Fernando el Católico concede al entonces señor de Sástago, Blasco de Alagón y Olcina , el titulo de Conde de Sástago.
Comienzan
un periodo de esplendor para la familia, que pasa a denominarse de los Sástago
y se convierte en una de las ocho grandes familias de Aragón. Que queda reflejado en el lujoso Palacio de Sástago que construyen en Zaragoza.
Leyendas
La del
Castillo de La Palma
Un poco de
recopilación histórica antes de meternos en harina:
Sástago es ya mencionada en 1147, en 1158 es citada como limite del obispado de
Zaragoza. El castillo es de época musulmana, pero fue seguramente modificado
tras su conquista aragonesa. No se conocen los nombres de sus tenientes si los
tuvo, por lo que sería de realengo.
En 1199 Pedro II lo tuvo que empeñar ante sus problemas económicos, siendo el
castillo adquirido por Artal de Alagón por 5.000 morabetinos.
Volvieron a la Corona
más tarde pasando al señorío del obispo de Zaragoza, aunque en 1232 consta su
cesión por Jaime I, a Blasco de Aragón a cambio de Morella y María de Huerva.
Así la villa se vinculo a una de las ocho grandes familias de reino, sus
descendientes no hicieron sino aumentar el patrimonio de la familia en la zona,
tras la cesión de Pina de Ebro por Artal II de Alagón, además de otras lugares
de la Ribera Baja
del Ebro.
En 1511 los Blasco fueron nombrados condes de Sástago. En 1693 el condado recae
en una rama de los Fernández de Córdoba.
Es complicado llegar hasta uno de los castillos más misteriosos y menos
conocidos del reino de Aragón. Visible desde la carretera, dirección Sástago
hay que coger un camino a la derecha, tras serpentear por este camino
complicado, llegamos a los pies del castillo, desde donde debemos hacer la
última ascensión a pie. El lugar aislado de la civilización, a pesar de su
lamentable estado, esta lleno de magia y permite al visitante trasportarse en
el tiempo hasta la época en que un imponente castillo musulmán protegía la
ribera baja del Ebro. Los ruinosos torreones y murallas de éste castillo de
origen musulmán, situado en el altozano del cerro de la Rosa, envuelven en su centro,
a la ermita del Pilar, de estilo barroco, de la última década de siglo XVII.
En una posición fuertemente estratégica, sigue la tipología de las grandes
fortalezas islámicas, de planta oblonga e irregular, adaptada al cerro donde se
asienta, con poderosas murallas de tapial y mampostería de piedra irregular, de
nos 80 por 20 metros.
Con abundantes entrantes y salientes, típicamente islámicos, al igual que sus
torreones rectangulares, destacando por su altura una torre, muy esbelta, en
estado de ruina, abierta por el centro, de 8 por 6 metros de planta y
alzado tronco piramidal, característicamente islámico. La torre estaba
distribuida interiormente en cuatro plantas.
En el interior del castillo se encuentra la ermita del Pilar. En pie, pero en
estado calamitoso, abandonada desde el año 1936, victima del abandono y la
erosión. Se intento recuperarla por los curas Don Julián Díez y Don Víctor
Pinilla, con un grupo de personas, sacando los escombros y limpiando el recinto
eclesial. Con ello se logró, arrancar del olvido este magnifico castillo, y la
tradición de peregrinar las dos veces que solía hacerse. Una el dos de enero,
celebración de la venida de la
Virgen y la otra se hacía o se hace al domingo siguiente de
la fiesta del 12 de octubre.
Pero las historias que voy a relatar son las que generación tras generación se
nos han ido contando a los sastaguinos.
1ª leyenda
Durante el asedio de los ejércitos cristianos en la Reconquista, los
musulmanes que moraban en el Castillo de Palma construyeron un pozo sobre la
vertical de la montaña, hasta que llegaron al agua procedente del río Ebro o de
la acequia, construida por ellos, para el riego de las huertas de La Paz y la Rosa.
De esa forma los árabes tenían acceso al agua en el caso de un
ataque al castillo y quedar aislados dentro del recinto, ellos bajaban por el
pozo y accedían al agua.
El Jeque árabe que mandaba el Castillo tenía una hija que se llamaba Laz,
moraba con el en el castillo.
Al construirse el pozo, su padre le advirtió que no se acercara al el
porque podía caer y desaparecer en sus profundidades, pero la joven Laz,
basta que su padre le prohibiera hacerlo hizo todo lo contrario y al asomarse
cayo al pozo desapareciendo en el.
Por mucho que buscaron, incluso haciendo un agujero transversal para poder
acceder al pozo desde la ladera, nada se consiguió y la joven no volvió a
aparecer.
Recuerdo desde chico siempre que subíamos al castillo nuestros padres nos
decían que no nos asomásemos al pozo existente en la plazoleta del
castillo de la Palma. Se
nos decía que en él, había una mora encantada, y podía encantarnos a nosotros y
quedarnos allí para siempre.
Personalmente he visitado alguna vez el lugar y creo que es bastante peligroso
asomarse al pozo, tanto por la plaza como por el acceso que hay en la ladera,
por lo que nuestros padres y abuelos hacían bien en utilizar el miedo para que
los niños y jóvenes no nos asomáramos al pozo y por la curiosidad cayéramos al
agujero que tiene mucha profundidad.
Hace algunos unos años y en una conversación con mi buen amigo Rosendo Rico, me
comentó que, había otra historia sobre la mora encantada y era la siguiente:
2ª leyenda
El Jeque del castillo La Palma,
tenía una hija, muy hermosa y bella, llamada Laz, la educó lo mejor que pudo
dándole una educación refinada.
Laz se enamoró de un musulmán de bajo rango, y ante la desaprobación y
prohibición de tal unión por parte del padre, y la obstinación de la hija, en
seguir la relación, el Jeque mató a su hija en la noche de San Juan, 24 de
Junio, no se sabe el año arrojándola al pozo, haciéndola desaparecer.
Decían que si alguien se acercaba solo al castillo, la bella mora se aparecía
envuelta en vaporosos vestidos y de dentro del pozo una suave voz te atraía
hacia la boca del pozo.
Hace unos años, algunos jóvenes, aficionados a la práctica de psicofonías,
prácticas de Guija, y demás efectos paranormales, subían al castillo de Palma
la noche del 24 de Junio con un espejo, y comentan que, a las 12 de la noche se
reflejaba en el espejo la figura de una mujer con vestiduras blancas.
¿Será la misma mujer que está en el pozo? ¿Será, la misma mujer, que se relata
en la Dama de
Blanco? ¿Ficción o realidad? ¿Leyenda o historia real?
Existe una tercera leyenda que también ha llegado a nuestros días,
que cambia un poco la primera versión, aunque tiene similitudes.
3ª leyenda
Al igual que en los anteriores relatos, el jeque del Castillo de Palma tenía
una hermosa hija llamada Laz, y como en todo buen castillo que se precie en
aquellos tiempos, moraba en el una bruja, maga, o curandera que muerta de
envidia, por la belleza de la joven la mato, y la arrojo al pozo dicen que todavía
esta allí custodiada por una serpiente, que tiene la propiedad de
encantar a todo humano que baje a perturbar a la joven.
A la maga o bruja, el padre le corto la cabeza, cuando la cabeza de la bruja
cayo al suelo, un rayo se abatió sobre la torre del castillo partiéndola en
dos.
El Jeque aun asustado por la caída del rayo maldijo a la bruja y ordeno que
vagara por toda la eternidad por los extramuros del castillo.
Se dice que el día de ánimas a las 12 de la noche si algún ser humano pasea por
las inmediaciones del castillo la bruja le robará el alma para poder descansar
en paz,
Hasta aquí las leyendas populares que se cuentan del castillo de la Palma, quien sabe cual es la
parte verdadera y cual la de fantasía que esconden estos relatos, el caso es,
que si alguien prueba a subir al castillo solo, aunque sea de día y paseas
entre las ruinas, un desasosiego grande invade tu corazón y tu mente y puede
hacer que veas cosas que luego no sabes describir.
Vivencias
Los buenos
recuerdos se amontonan en mi cabeza cuando pienso en positivo, y siempre me
trae la memoria los momentos que he pasado en Sástago.
Mis vivencias a lo largo de toda una vida visitando el pueblo son tan ricas en
acontecimientos y están tan unidas a la amistad con sus gentes, a la diversión
diaria, al entorno de las fiestas de Agosto, al descanso mental y físico después de 11 meses de trabajo, en fin, que nunca he echado en falta la playa o
la montaña. Para mi Sástago tiene playa y montaña, pero además tiene río,
piscina, bares, gente entrañable, lugares pintorescos y fiestas.
Desde hace un tiempo escribo unos relatos cortos que hacen referencia a
momentos basados en acontecimientos vividos en el pueblo, es mi manera de expresar el agradecimiento que siento hacia
las personas que a lo largo de estos años he conocido y he tratado.
Forman parte de las Tertulias de la Manqueta, que abarcan relatos mezclados con
otras muchas cosas que se comentan en las famosas tertulias.
Esta vez voy a contaros una vivencia personal, que causo en mi interior una
sensación extraña que aún perdura.
La Dama de Blanco.
Corría el mes de Agosto de un verano caluroso, cuando en uno de mis paseos
vespertinos en bicicleta, volviendo de La Zaida y antes de ir a casa, decidí ir a las
ruinas de la ermita de la
Virgen del Pilar, también llamado Castillo de la Palma. Este lugar
mágico tiene varias Leyendas.
Para acceder a la ermita, tome el camino de la derecha justo cuando vas a
llegar al puente que cruza el cauce de entrada de agua a las turbinas de
central 2.
Seguí el camino unos trescientos metros antes de adentrarme en otro camino mas
oculto situado a la derecha que cruza la acequia entre cañaverales y que tras
atravesar las cañas te lleva por un sendero abrupto hacia la subida a la
ermita.
El esfuerzo sobre la bicicleta había sido generoso hasta llegar a ese punto del
recorrido, el calor era agobiante y el sudor mojaba mi rostro, de vez en cuando
miraba hacia arriba para valorar si mi esfuerzo sobre los pedales de la
bicicleta merecía la pena. La subida se iba haciendo más y más dura el sudor
tenia que ir quitándomelo de la cara mientras miraba hacia las ruinas y
entonces ocurrió.
En pleno esfuerzo de la subida mire hacia las ruinas y la vi., estaba en la
ventana que hay sobre la puerta de entrada, era como una dama vestida de blanco
con ropas de gasa que se agitaban al escaso viento que había en ese momento, el
corazón me dio un vuelco y se acelero aun más por la impresión no podía quitar
la vista de aquella hermosa figura, la rueda delantera de la bicicleta cogió
una piedra del camino, sentí que perdía el control de la bicicleta y me hizo
quitar por un momento la vista de la figura blanca. Mis huesos dieron contra el
duro suelo sin poder evitarlo, me incorpore con el cuerpo dolorido, levante la
bicicleta me monte sobre ella y emprendí el pedaleo unos metros, volví a mirar
hacia la ventana pero.... la dama no estaba.
Paré en seco la bicicleta y descabalgue de ella, sin dejar de mirar hacia donde
había visto aquella hermosa figura, me quede quieto en el sitio, calculo que
estaría a unos 500 o 600
metros en línea recta, durante un buen rato me quede
mirando pero no volví a ver nada.
Empecé a caminar acercándome poco a poco por el sendero hacia las ruinas,
con cierto recelo y con el corazón aun agitado por la visión y el esfuerzo.
Mientras ascendía por el camino acercándome a la entrada de la ermita, fui
razonando sobre lo que había visto o creía haber visto, no podía ser una mujer
era absurdo, conforme me acercaba podía distinguir el tamaño de la ventana,
estaba seguro que la figura ocupaba toda la ventana, sin embargo recordaba sus
ropas agitarse al viento y en ese momento no corría ni un pelo de aire.
Estaba muy cerca de la entrada y una sensación angustiosa atenazaba mis
músculos, posiblemente miedo, aunque no quiera reconocerlo, deje la bicicleta
en el suelo y entre en las ruinas. Recorrí todo el recinto sin ver ni él más
mínimo rastro de la dama de blanco. Solo un enorme silencio roto de vez en
cuando por el graznido de alguna ave cercana, todos sabemos que el río esta
cerca.
Me pare frente a la boca del pozo que hay en la plaza del recinto amurallado,
mire hacia su interior y solo vi. la oscuridad al final del pozo, un escalofrío
recorrió mi espalda, recordé las leyendas que acompañan el lugar,
instintivamente me aleje del pozo.
Durante más de una hora permanecí en el recinto sin ver nada que resultara
anormal, dándole vueltas a la cabeza sobre la figura que había visto en la
ventana, sin encontrar una explicación lógica. Decidí volver a casa, cogí la
bicicleta y retome el camino dirigiéndome hacia el pueblo.
Mientras recorría el camino de vuelta, creí encontrar la solución a lo que
había visto, al menos era la solución mas lógica según mi criterio, entonces y
ahora.
Esto es lo que creo que ocurrió aquella tarde:
Mientras subía por el camino, en pleno esfuerzo cubierto de sudor, mire hacia
la fachada de la ermita y lo que vi. Fue una ave grande, posiblemente una garza
o una cigüeña, que durante unos instantes se poso en el alfeizar de la ventana
agitando sus alas, intentando equilibrarse en la ventana, cuando yo mire con el
sudor nublándome la vista me pareció otra cosa o a mi mente le pareció ver una
mujer con un vestido largo, blanco, agitándose como una bandera al viento, luego
quite por unos segundos la vista de la imagen porque la rueda de la bicicleta
tropezó con una piedra. En esos instantes el ave al no estar a su gusto o al
oírme, levanto el vuelo y marcho, dando la vuelta a la torre en ruinas, por eso
no volví a verla cuando levante la mirada.
Eso fue lo que paso, estoy convencido lógicamente de ello. No obstante, no me
importa en un momento dado, haber creído ver una dama vestida de blanco en las
ruinas de la ermita de la
Virgen del Pilar.
Tertulias de la Manqueta
Gracias a Simón Ordovás por sus notas
Gracias a Jesús Minguillón por sus fotos
Gracias a todos los que de alguna manera han colaborado en este pequeño reportaje.