20 de octubre de 2009

Historias del Tío Boleas (Un bando de perdices)

Aquí esta, una nueva entrega de las historias del Tío Boleas, esta historia me la contó Simón Ordovás y mientras me la narraba, no podía dejar de sonreír ante la prodigiosa hazaña que estaba escuchando.

El Tío Boleas, volvía a Sástago después de una jornada de cacería, por el camino que trascurre paralelo al río Ebro, también llamado camino del Vago, por el que trascurre la acequia que riega las huertas de la Laz y de la Rosa.

Había estado disparando y llevaba el zurrón lleno de caza la canana estaba vacía y solamente le quedaba un cartucho en la escopeta.

De pronto le salieron juntos dos bandos de perdices, apuntó y al disparar movió la escopeta en abanico con el fin de acertar al mayor número posible de perdices. El Tío Boleas las vio caer entre el humo de su único cartucho, porque en el momento del disparo ambos bandos se entrecruzaron entre si y ese fue el momento en que el Tío Boleas disparo y el tiro afecto de lleno a los dos bandos de perdices, matando todas excepto una que alicortada cayó al río.

El Tío Boleas no era de los que deja que se le vaya una alicortada, así que se desnudó y se tiró al río a nadar tras la perdiz, tras unas cuantas brazadas consiguió atrapar la perdiz huida y nado de vuelta a la orilla, donde había dejado el resto de la ropa.

Al salir del agua, cuál fue su sorpresa que por llevar puestos los calzoncillos, marianos o judíos, en aquellos años era una prenda corriente, el caso es que se le habían llenado de barbos, madrillas y carpas.

El Tío Boleas no daba crédito a sus ojos ante tal cantidad de pesca, así que se puso a recogerlos en una cesta de mimbre que encontró en la orilla, pudo llenar la cesta, pero un barbo que se le había salido por la bragueta de los calzoncillos cayó al suelo, el Tío Boleas lo pisó, resbaló, las piernas se le fueron al cielo y el se fue al suelo.

Al caer al suelo de culetazo, lo hizo sobre una liebre que allí estaba encamada, matándola en el acto.

Nunca un cartucho estuvo tan bien aprovechado pensó el Tío Boleas, mientras se vestía y recogía la caza, las veinte perdices, la cesta con los barbos, carpas y madrillas y por supuesto la liebre.

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