Ayuntamiento de Zaragoza
A lo largo de sus dos mil años de historia, la
ciudad de Zaragoza se ha gobernado y administrado según los usos, modos e
instituciones específicas de cada una de las épocas y culturas que ha conocido,
variando considerablemente (al igual que la propia organización social de la
ciudad) de la época romana a la musulmana.
Punto de
partida: El "Privilegio de los Veinte"
18 de diciembre del año 1118, el rey don Alfonso
I el Batallador conquistaba Zaragoza a los musulmanes. Es a partir de esta
fecha y de la implantación de los usos y leyes de los reinos cristianos cuando
se puede hablar del inicio de una organización municipal zaragozana propiamente
dicha, aunque hasta 1206 constituirá un señorío, el primero de cuyos titulares
fue Gastón de Bearn. A partir de esa fecha, la ciudad depende solamente del
poder del rey, con lo que la relación entre la Corona y el municipio marcará la
vida y la organización del Concejo cesaraugustano durante la Edad Media y la
Edad Moderna. En general, los Reyes de Aragón protegieron y favorecieron con
privilegios a la ciudad de Zaragoza, que siempre les apoyó contra el poder de
la nobleza. Ya en 1126, Alfonso I otorga el "Privilegio de los
Veinte", por el que se manda la elección de veinte vecinos entre los
mejores para que juren los fueros, y se les da poder para defender los derechos
de la comunidad frente a quieres atacasen propiedades y personas.
Este privilegio supone, de hecho, el punto de
partida de la historia del Concejo de Zaragoza, y a él se acogieron durante
muchos años los zaragozanos para defender sus intereses. Los jurados o ediles
serán desde entonces el símbolo de la vida de la ciudad, aunque los sistemas y
la capacidad de elección distan mucho de los actualmente en uso en las
democracias modernas.
La
organización de la vida municipal
Con el paso del tiempo, la vida municipal
requiere una organización más precisa, y ésta viene dada por las Ordenanzas que
para la ciudad dictan los reyes. Las de Jaime I, que datan de 1271 disponen la
existencia de doce jurados que, junto con los consejeros, formaban el
"Capítulo y Consejo", una asamblea que ejercía el gobierno de la
ciudad. Junto a este órgano, el Concejo, en el que participaban también los
vecinos, constituía una suerte de asamblea abierta cuya importancia decayó con
el paso del tiempo y la progresiva complejidad de la vida municipal. Jaime II
dictó también ordenanzas para Zaragoza en 1311, en las que se determina un
complejo sistema para la elección de los jurados mediante la cooptación. Los
consejeros de las parroquias nombraban a 36 personas entre las que se elegían
los cargos de jurados, mayordomo, almutazaf (encargado de vigilar el mercado),
consejeros, procurador, pontero y obrero de muros. En 1391 el rey Juan II dicta
otra ordenanza más completa en la que, por primera vez, se especifican las
funciones y oficios de la Ciudad.
Alfonso V y la
"insaculación de cargos"
Las ordenanzas más completas las otorgó Fernando
I en 1414, cambiando además el sistema de elección de jurados y otros cargos.
Fue su hijo Alfonso V quien estableció la llamada "insaculación de
cargos": el rey dictaba una lista de personas aptas para los cargos de
jurados, mayordomo, almutazaf, pesadores, capdeguaytas, abogados, procuradores,
veedor de muros y consejeros, introduciéndose en unas bolsas o sacos distintos
para cada cargo unos redolinos de cera con sus nombres, de donde la mano de un
niño inocente sacaba a los elegidos para el cargo por el tiempo que
correspondiera. Para otros puestos la elección correspondía a los jurados, al
capítulo o consejo, y otros cargos eran directamente designados por el rey.
Tras el asesinato del inquisidor Pedro de Arbués,
Fernando II el Católico aprovechó para restar autonomía al municipio a partir
de 1487, arrogándose de forma provisional el derecho de nombrar cargos y
manteniéndolo durante casi veinte años.
Durante el siglo XVI, una de las épocas de
prosperidad económica y cultural de Zaragoza, el sistema de elección permanece
invariable, una vez que el rey devuelve a la ciudad la insaculación, y se llaga
a un pacto tácito entre el Concejo y la Corona, ya que ambos tenían intereses
comunes frente a la aristocracia. Si embargo, entre 1565 y 1594, Felipe II
realiza varios intentos de controlar las insaculaciones aprovechando diferentes
circunstancias, como la epidemia de peste o alteraciones del orden público, hasta
que finalmente otorgó un ordenamiento que mantenía los privilegios de la
ciudad.
La Guerra de
Sucesión y los cambios en la estructura municipal
Durante el siglo XVII el patriciado urbano
consiguió que el poder y la independencia municipal se mantuvieran,
contrariamente a los que sucedió en otras ciudades, pero debilitados por
continuos enfrentamientos y negociaciones con la monarquía.
En el siglo XVIII, que se inicia con la pérdida
de los fueros aragoneses como consecuencia de la Guerra de Sucesión, la ciudad
pierde su autonomía de gobierno, a la par que asiste a una notable prosperidad
urbana. El gobierno de la ciudad pasa en gran parte a manos de la nobleza: los
jurados son sustituidos por 24 regidores, cargos de carácter hereditario, y
todos los oficios eran otorgados por el Rey, entre ellos el de corregidor, con
amplias funciones de policía, orden público, juez de primera instancia, administración,
hacienda...
El Ayuntamiento de Zaragoza participó muy
activamente en los Sitios de 1808 y 1809. Cuando finalizó el dominio
napoleónico, se constituyó una nueva corporación. A partir del siglo XIX
Zaragoza, como el resto de las ciudades españolas, se regirá por una normativa
general , y padecerá los vaivenes de este turbulento periodo con contínuos
enfrentamientos entre moderados y progresistas, conservadores y liberales. El
sistema electivo también fue cambiando desde la elección restringida de varios
tipos, hasta la votación universal masculina, implantada en 1869.
A partir de 1840, la ciudad comienza a
recuperarse del desastre de los sitios y a crecer, con una serie de actuaciones
urbanísticas y de infraestructuras, entre las que destaca la llegada del
ferrocarril, que inician la modernización de la ciudad. Esto llevó aparejada la
creación de nuevos servicios municipales, como el cuerpo de bomberos o la
guardia municipal, creada en 1849. El "Bando urbano del buen
gobierno", dictado por el Alcalde en 1869, sirvió de modelo a otras
ciudades aragonesas para regular la convivencia ciudadana y los servicios que
prestaba el municipio en este ámbito.
La restauración alfonsina trajo la
industrialización y el crecimiento urbanístico de la ciudad, con la
urbanización de la Huerta de Santa Engracia, la aprobación del proyecto de
ensanche en 1906 y los trazados de los paseos de Sagasta y de Pamplona establecen
un modelo de ciudad que precisa de nuevos servicios municipales y de una
organización más compleja y moderna.
La
administración desde la Guerra Civil hasta nuestros días
Paralelamente, los avatares políticos del difícil
siglo XX se ven reflejados en la vida municipal: las elecciones de 1931, las
primeras con sufragio universal directo, hacen que el consistorio se incline a
favor de la república, y apenas 7 años después la ciudad se alinea, al inicio
de la guerra civil, con el bando franquista. Durante la guerra se supedita el
gobierno municipal a las necesidades militares.
El franquismo estableció un sistema orgánico de
elección de las instituciones, quedando la autonomía municipal muy recortada.
Los alcaldes eran nombrados por el Ministro de la Gobernación, y a finales de
los años 60 y 70 adquirieron un mayor protagonismo social , con una menor carga
política y más volcados en gestionar los problemas de la ciudad.
Tras las elecciones municipales de 1979, llegan a
los ayuntamientos los primeros gobiernos democráticos, lo que constituyó uno de
los momentos más importantes de la Transición. En la época actual, los
municipios han alcanzado una alto grado de autonomía y mayor capacidad de
gestión, lo que ha provocado una presencia destacada de la institución
municipal en la vida social, cultural y política de la ciudad.
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