(Ronda que
te rondarás II)
Rafael Fernández Tremps
Por
segundo año consecutivo he tenido la suerte de disfrutar haciendo el recorrido
por las calles de pueblo acompañando a la magnífica Ronda Jotera sastaguina. En
esta ocasión, fenómenos climatológicos perturbaron el orden establecido para el
acto. Quizá, esta circunstancia impidió que pudieran disfrutar de ella mayor
número de personas e hiciera echar en falta el ambiente nocturno, ingrediente
tan habitual en este tipo de actos. A pesar de ello, el éxito quedó patente, el
seguimiento fue numeroso y las paradas de “avituallamiento” tan abundantes y
generosas como de costumbre.
Ignorante
de que en Sástago
desconocen
qué es reblar,
se creía la tormenta
que nos iba a fastidiar[1].
La tarde
noche del viernes,
testaruda, muy tenaz,
con sus fuertes aguaceros,
pensó su
meta alcanzar
y, a la
tarde del domingo,
consiguió el acto aplazar.
El domingo
lo intentó
el calor,
e hizo sudar,
aliado con
los mosquitos
en
continuo pulular.
Ambos fácil
se olvidaron
oyendo
jotas cantar,
gratamente
interpretadas
por la
ronda en su rondar.
Sin
permiso del alcalde
inició su
cortejar,
que esta
ronda es mucha ronda
“pa”
licencia precisar.
Así rezaba
la letra
cuando
empezó su rondar,
encaminando
al gentío
a San
Vicente, el Portal.
Tras tomar
el refrigerio,
y unas
jotas entonar,
cuatro
tientos a la bota,
el cortejo
echó a andar.
Al pasar
junto a la Iglesia ,
sin dejar
de caminar,
cantaron
la de la burra.
Sería por
un casual.
Muy emotivo
resultó
aquel dúo,
muy especial,
ellos
fueron todo el pueblo
unido para
expresar,
bajo el
peirón de Montler,
un canto
que fue un rezar:
a mi
pueblo y mi patrona
nunca
dejaré de amar.
Siguiendo
por San Miguel,
más
viandas para catar.
Cantó allí
una chavalica
que lloró
al terminar.
Apostilló
un cantador,
por su
gesto secundar:
qué tiene
la jota, madre,
glarimas
me hace saltar…
Le cantó
el más veterano
“La vara
de la justicia”
a
Joaquina, la alcaldesa,
dándole
así una caricia:
la lleva quien
la merece
y si
procura y propicia
bienestar
a convecinos
cumplirá
nuestras ardicias.
Andando la
calle baja
tocó de
nuevo parar
y,
formándose un revuelo,
quiso el
anfitrión cantar.
Debió de ser
muy difícil,
pues decía
en su cantar:
aunque la
diga “el Patrón”,
como Dios
quiera saldrá.
Ganada “la
call’en Medio,
nos
aguardaba otro altar.
Las
alumnas veteranas
nos dieron
un recital,
regalaron
los oídos,
lo
hicieron fenomenal.
Con
bravura, su solera
quisieron
allí mostrar.
Acercándose
el final,
afinaban
el gatillo
prestos
para disparar
las jotas
de picadillo,
que, de
forma muy jocosa,
te pulen y
sacan brillo,
despertando
las sonrisas
de no ser
tú el acerico.
Si las
letra que cantaban
no las
hago aquí casar,
no es
intención ni capricho,
me tendrán
que perdonar.
Sé que no
tengo defensa:
culpable y
reo total.
Responsable
soy por ello
y no me
puedo excusar.
Puede que
tenga un resquicio
y lo
quiero argumentar.
Entre
algunos seguidores,
pude a
veces escuchar
a lo largo
de la ronda
lo que
vengo a relatar.
Es un
simple comentario
nadie lo
interprete mal.
Al no usar
megafonía,
a pulmón
es su cantar,
por todos
hacerse oír
tiene su
dificultad.
Aunque sé
muy bien que cuesta
reprimirse
y silenciar
mas,
preguntas y respuestas,
bien
podrían esperar
a que su canto
terminen,
dejarlas
para el final.
No es
difícil de entender,
resulta
fundamental
el guardar
bien el silencio
cuando
tañen, y al cantar.
Si se
moderan susurros
no habrá
ya que sisear,
la melodía
y las voces
mucho
mejor se oirán.
Todo el
mundo dará gracias,
sobre todo
los de atrás.
Seguramente,
más de uno
lo pueda
corroborar.
Cabe otro
razonamiento
que no es
bueno utilizar:
si
pudiendo ir por delante,
no sé por qué,
vas detrás.
Nadie se sienta
aludido,
no es mi intención
acusar.
Que cada cual lo
sopese
para el próximo
rondar.
Mas, dejemos tal
minucia,
quiero página pasar
y a todos los
componentes
deseo felicitar.
En el grupo,
imprescindibles
son las voces
veteranas,
pues con su ejemplo
cultivan,
con su buen hacer
avalan.
Fundamental es la
tropa
de zagales y zagalas
con deseos de aprender
y que a muy buen ritmo
avanzan.
De componentes
diversos
en singular amalgama,
sin su concurso
imposible,
darles calor y
confianza,
dando el tono marca el
ritmo,
también dándoles la
entrada
y alegre
acompañamiento:
la magnífica rondalla.
No me quisiera olvidar
de los jefes de la
“panda”:
de quien a las voces
educa,
del director de
rondalla…
Gratificación merecen
por sus buenas
enseñanzas.
Una gran suerte
tenerlos,
no es gratuita la
alabanza.
A la ronda
sastaguina
es un
placer escuchar.
Al oírlos,
tras un tiempo,
les notas
su progresar.
¡Y cómo
ronda esta ronda!
Rondó,
ronda y rondará.
¡Y como
ronda que ronda,
ronda que
te rondarás!
A un
pueblo lo hace su gente
haciéndolo
caminar,
poniendo amor
en lo suyo,
sabiendo a
una tirar.
Rafael Fernández Tremps
Agosto 2012
a quien tuvo que viajar.
Hubo quien vino de propio
y marchó
sin disfrutar.