El Tío Boleas, en el cobertizo del corral de su casa en Sástago, tenía una herramienta especial para el, que además gustaba de enseñar a propios y extraños, para aprovechar la oportunidad de contar como aquella magnifica herramienta había caído en su poder.
Mientras contaba su relato, no dejaba de mostrar aquella maravilla de la ingeniería, orgulloso de poseerla y sobre todo de la forma que paso a ser su nuevo dueño.
Y esta es la historia que contaba el Tío Boleas:
Durante la guerra civil española, el Tío Boleas y un amigo caminaban por el monte de Sastago en busca de alguna perdiz o conejo despistado, de esa forma iba transcurriendo la mañana, hasta que a lo lejos se empezó a oír el ruido de un motor de avioneta de la época.
El Tío Boleas y su compañero miraron hacia donde venia el ruido, al principio no se veía nada, pero poco a poco en el horizonte se empezó a distinguir la silueta del avión.
-Me paize ques un avión de guerra.
Dijo el Tío Boleas
-Pues a mí me paize que ties toa razón chiquer.
Dijo el compañero.
Miraron a su alrededor y se dieron cuenta que estaban en medio de una plana lisa como la palma de la mano, a unos metros de donde se encontraban había un montículo de piedras, que había ido construyendo el labrador del lugar.
-En mal sitio nos pilla este, no se que intenciones trae pero me paize que no son buenas.
Dijo el Tío Boleas
-Ties toda razón me paize que nos ha visto y viene a por nosotros.
Dijo el compañero
-No tendrá otro sitio pa joer el cabrito este. Corre chiquer que se nos echa encima.
Dijo el Tío Boleas
-Anda chiquer, que tamos nuna plana.
Dijo el compañero
-Atrás das piedras, corre, chiquer ,corre
Dijo el Tío Boleas.
Ambos salieron corriendo, intentando ponerse al abrigo del montón de piedras, mientras la avioneta de no se sabe muy bien que ejército, se precipitaba contra los dos amigos en un verdadero y mortífero ataque en picado.
El Tío Boleas y su compañero, consiguieron ponerse tras el montón de piedras y se agacharon tapándose la cabeza con las manos.
La avioneta, empezó a disparar con las ametralladoras de las alas y las balas de las ráfagas dieron de lleno en el montículo de piedras, la avioneta paso de largo y el tío Boleas y su amigo levantaron la vista mirando como la avioneta se alejaba.
-Será mal bicho el cabrito ese, nos podia haber matau a los dos Camilo.
Dijo el Tío Boleas
-Que lo digas chiquer, un pelo nos ha faltau , pero estate al tanto que vuelve.
Dijo el Camilo
-Me caguen la escopencia, que vuelve otra vez a matanos, amos al otro lau de las piedras chiquer si nos han salvau una vez, nos salvaran otra.
Dijo el Tío Boleas.
Y asi lo hicieron y de nuevo la avioneta hizo un picado y lanzo otra ráfaga con las ametralladoras que de nuevo impactaron el montículo de piedras. De nuevo se alejó de ellos.
Asomaron la cabeza para ver como se alejaba el avión, pero vieron como daba de nuevo la vuelta y ellos se protegieron al otro lado del montículo.
Así estuvieron una y otra vez, la avioneta picando y ametrallando y ellos dos, saltando de un lado al otro del montículo, hasta que a la avioneta, en una última pasada, lanzo una granada de mano que impacto cerca de donde ellos estaban, pero no les hizo daño alguno.
Ellos miraban incrédulos, como la avioneta iniciaba de nuevo el giro, para volver al ataque.
Pero, que nus va a tirar ahora este cabrito chiquer.
Dijo el Tío Boleas, mientras la avioneta se acercaba en un vuelo rasante, al pasar sobre ellos el piloto se asomó por la carlinga y les lanzo un objeto, gritándoles algo que los dos amigos no entendieron.
Esta vez la avioneta se alejó definitivamente.
El tío Boleas y su amigo Camilo, se quedaron agachados hasta que el ruido de la avioneta ceso por completo, lentamente el Tío Boleas se levantó se acercó al objeto que le había lanzado el piloto, con mucha cautela, porque se había quedado enterrado en la tierra y solo asomaba un mango plano con un agujero en el extremo.
El Tío Boleas, asió con su mano el mango que asomaba de la tierra y saco el objeto lentamente.
Al Tío Boleas y a su amigo Camilo, se les agrandaron los ojos, al ver que el objeto que les había lanzado el piloto cabreado por no haberlos liquidado. Era ni más ni menos que una llave inglesa.
El Tío Boleas, se la llevo a su casa y contó a quien quiso escucharlo su relato, el relato del piloto, que harto de no poder matarlos ni con balas ni con bombas, les tiro lo primero que tuvo a mano.
Una llave inglesa.
Seguiremos relatando las historias del Tío Boleas que son muchas y muy diversas.
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