9 de noviembre de 2024

La Foto del Día(El Arco del Deán)

La Casa del Deán

se localiza junto a la Catedral de San Salvador o La Seo.

Es un lugar con un encanto especial, uno de esos rincones de Zaragoza a los que siempre llevamos a nuestros invitados de fuera.

Fue construida en el siglo XIII, siguiendo el modelo de casón medieval aragonés, y sirvió de residencia al Deán. Para comunicarla con el templo, éste ordenó en 1293 la construcción de una estructura de unión, el Arco del Deán.

Un deán vendría a ser algo así como el segundo de a bordo dentro del organigrama diocesano. Por encima de él queda el obispo o el arzobispo, en el caso de Zaragoza. Su trabajo consiste en coordinar la intendencia, las cuentas y el personal de una catedral.

En la edificación de la casa se utilizan los materiales y sistemas de construcción de la época. Su estructura formada por dos casas unidas por el arco y una lonja abierta en el edificio mayor, sigue el modelo de casón medieval aragonés. En el siglo XVI se cerró la lonja y se reformó el edifico.

Sobre el arco se abren dos ventanales, un ventanal ajimezado abierto en forma de galería hacia la Plaza San Bruno y otro rectangular hacia la Calle Pabostría. En la decoración de estos ventanales se utilizan motivos mudéjares y platerescos.

zaragozaguia.com




 

7 de noviembre de 2024

El Súper Encargado

El Super Encargao

Cuentan que un encargao muy importante de una conocida empresa de maquinaria tuvo una crisis cardíaca por culpa del trabajo los cafés y la comida. Fue dado de baja y enviado al campo con el objetivo de recuperar las fuerzas y relajarse un poco. Después de pasar dos días sin hacer nada, el hombre estaba ya harto de la vida bucólica y pastoril, y se aburría soberanamente.

Así que decidió hablar con el granjero que le hospedaba y solicitarle alguna tarea sencilla para pasar el rato y ocupar el tiempo, a la vez que así hacía algo de ejercicio. Al día siguiente se levantaron temprano, antes de que saliera el sol. El granjero, conocedor de la idiosincrasia de la gente de ciudad, y temiendo algún estropicio irreparable, resolvió asignarle tareas simples en las que no pudiera causar daño alguno (incluyéndole a él mismo).

- La tarea es muy sencilla dijo el granjero dándole una pala.

- Sólo tiene que recoger el estiércol que hay en el chiquero de los marranos y repartirlo por el sembrado para abonarlo. Cuando termine venga a verme.

El granjero era propietario de más de doscientos cerdos, y el estiércol se acumulaba hasta la altura de la rodilla. Así que el hombre estimó que la faena le llevaría al súper encargao dos o tres días. Cual no fue su sorpresa, cuando al cabo de tres horas apareció el súper encargao, lleno de estiércol hasta las orejas, sonriente y con cara satisfecha.

- Ya he terminado.

Viendo que en efecto la tarea estaba terminada, y además con eficiencia, el granjero decidió asignarle otra.

- Bien. Hay que sacrificar unos pollos que mañana vienen a recoger los de la carnicería.

- Basta con cortarles la cabeza. Dijo el granjero, dándole un enorme cuchillo.

- Es un poco más complicado, pero seguro que puede hacerlo.

Había más de mil quinientos pollos para sacrificar, y supuso que el súper encargao no terminaría hasta bien entrada la noche. Incluso pensó en ayudarle más adelante cuando terminara de recoger la siembra.

Apenas habían pasado un par de horas cuando el súper encargao se presento ante él, con toda la ropa y la cara manchada de sangre, el cuchillo mellado, y sonriente como un niño el día de los Reyes Magos.

- Ya he terminado

El granjero no salía de su asombro. ¡Increíble! Él mismo, acostumbrado a la dura vida rural, no lo hubiera hecho mejor, los mil quinientos pollos estaban amontonados en un lado, y las mil quinientas cabezas en otro lado. El hombre se rascó la cabeza pensativo.

Llevó al súper encargao junto a un gran montón de patatas y le dijo:

- Muy bien. Ahora hay que separar las patatas. Las grandes a la derecha y las pequeñas a la izquierda.

Pensó el hombre que en menos de una hora vería otra vez al súper encargao pidiéndole más trabajo. Pero no fue así. Pasó la hora de comer, la hora de cenar, se hizo de noche, y el súper encargao no aparecía. Creyendo que algo le habría sucedido, el asustado granjero fue donde había dejado al súper encargao, y se lo encontró sentado delante del mismo montón de patatas, sin que hubiera separado ninguna.

- ¿Le pasa algo? -preguntó extrañado.

El súper encargao se volvió con una patata en la mano y le contestó:

- Mire: repartir mierda y cortar cabezas es algo que se me da muy bien. Pero, ¡esto de tomar decisiones...!