En los noventa, en un verano
cualquiera, cuando aún teníamos vacaciones un mes entero, el de Agosto
naturalmente. Ese año después de las fiestas dos de la peña decidimos hacer un día
de pesca, convocamos asamblea con todos de la peña y peñas amigas para hacer un
concurso. Cuando supimos cuantos íbamos
ir a pescar empezamos a montar la parafernalia para conseguir suministros de
comida y bebida para pasar todo un día en la orilla del río, os lo podéis
imaginar.
Almuerzo para 8 a base de
panceta y longaniza, con vino de la zona.
Vermouth para 8 con latas
varias parando en los diferentes bares del pueblo.
Me explico, cuando se
empieza a tomar el vermouth alguno dice;
¡Este el de la Palmera!
Y se abren latas para esa
parada.
A continuación, alguien dice:
¡Ahora vamos a la Charrada !
Y se empieza ronda, así
recorremos todos los bares del pueblo en el vermú.
La comida para los 8 consistirá
en un arroz con conejo, costilla de cerdo, salchichas frescas y pimientos.
Para beber tenemos vino y
cerveza
El café lo haremos como
antiguamente en un tarro y lo colaremos con un calcetín.
Llevaremos bebidas
espirituosas de todas clases, coñac para el café y güisqui para la sobremesa.
Todos llevaremos dos cañas
de pesca y el cebo cada cual traerá el suyo.
Eso fue lo que se acordó de
primeras y todos estuvimos de acuerdo.
Teníamos una semana para
prepararlo todo, como siempre Antonio y yo que teníamos vacaciones, los demás
trabajaban o no podían. Empezamos yendo de compras para recabar todo el suministro
que necesitábamos, en el Preco de la población encontramos de todo lo que necesitábamos,
inclusive los platos y cubiertos de plástico, llenamos el carro de la compra y
el primer encontronazo lo tuvimos con las mujeres que se nos colaban en la caja,
porque según ellas teníamos mucha cosa en el carro y ellas tenían mucha prisa, así
que tuvimos que decir ¡basta!
Las que se quedaron atrás
empezaron a despotricar contra nosotros
¡Que mire usted, que solo
llevo un par de cosas!
¡Mira si nos podían dejar
pasar, se va a pegar una hora con todo eso que llevan!
Por no discutir, dejamos el
carro con la compra para que la dueña del preco nos lo pasara por caja al final
y ya vendríamos a buscarlo por la tarde.
¡ Antonio tenemos que coger
lombrices!
¡Ahora es muy tarde están
muy hondas y te pegas un polizón para sacarlas!
¡Vamos a las acequias de las
huertas donde no baje agua!
¡Ni hablar y que venga el
dueño del campo y ya la tenemos montada. ¡Vamos a por alburnos a la orilla del río,
mañana pescaremos con alburnos!
¡Coge una caña ponle anzuelo
pequeño que yo tengo gusanos vas a ver como entran!
La jornada comenzó con las
primeras luces del amanecer, los pescadores ya sabéis de qué va esto. Cebar las
cañas, lanzarlas al río y empezar a sacar siluros sin parar, hacer una pausa
para almorzar, rápida, lo que cuesta asar una panceta un poco de longaniza,
beber un par de tragos de vino, contar tres o cuatro mentiras de las que
cuentas los pescadores o los cazadores y volver rápidamente a las cañas para
seguir sacando siluros sin parar hasta la hora del vermouth, donde como siempre
haríamos viajes a los diferentes bares del pueblo, la primera cerveza al bar
del Manchón, la segunda al Maximino, la tercera a la Martina , la cuarta al
Hostal etc. Mientras tanto algún bromista hacia sonar el cascabel de alguna
caña atando un hilo a la caña, haciendo que el dueño saliera disparado a ver si
había picado algo y se daba cuenta que había sufrido la broma del bromista de
turno.
A continuación mientras Manolo hacia el arroz los demás jodíamos la marrana con que lo hacia mal, que le falta agua o cualquier cosa que molestara al chef, todo ello sin dejar de sacar siluros del río.
La realidad fue que con las primeras luces echamos las cañas al río y no vimos picada hasta la hora del almuerzo, y después del almuerzo seguimos sin ver picada hasta la hora del vermouth, y la desgracia fue que cuando íbamos por el Maximino sonó el cascabel de mi caña. Primero me asegure que no era la broma de ningún hilo y cuando estuve seguro porque la caña se doblaba hasta tocar la punta en el agua del río salí disparado y comprobé que un monstruo se había enganchado a mi caña, era la primera picada de la mañana y tenia en la caña un bicharraco que salía disparado sacando toda la línea del carrete.
Nunca pensé que me resultaría tan difícil sacar un pez del agua, mientras el animal cedía y se marchaba los “amigos” empezaron su juerga particular Jesús se me ponía delante y me secaba el sudor de la frente, Carlos por detrás me empentaba un vaso de vermouth en la boca atragantándome, manolo me endiñaba un mejillón sin que me hubiese recuperado del atragantamiento, Eduardo no paraba de decirme ¡ tira!, ¡afloja..!, ¡tiraaaa..!, ¡que se vaaaaa....!.
Yo seguía sin ver nada porque Jesús se empeñaba en ponerme un cachirulo en la cabeza uniendo dos servilletas, para hacer la foto decía él.
Yo juraba en hebreo porque no me dejaban ver y Carlos se empeñaba en meterme por el gaznate el vermouth del vaso y me decía que no hiciera caso a nadie que el pez no se iba a soltar Manolo me metía un mejillón tras otro y yo me atragantaba, tosía juraba y el pez tiraba como un demonio.
Opte por sentarme en el suelo para que me dejaran en paz y por fin salió a la vista la lomera del siluro de treita y tantos Kg que estaba enganchado en mi caña y que me estaba agotando.
Por fin conseguí acercarlo a la orilla sin levantarme de donde me había sentado y Javi lo cogió con el gancho y lo saco del agua, entonces me levante mirando con orgullo contenido, sin dar muestras de mi alegría, porque hubiese sido objeto de las mas duras criticas y mofas, el bicho enorme que tuve la suerte de pescar.
Tras las fotos de rigor acondicionamos el pez para mantenerlo vivo y terminamos por fin de tomar el vermouth aunque yo ya había visitado todos los bares del pueblo.
No tuvimos ninguna picada hasta la hora de comer así que se quedaron las cañas en río. Y comimos el excelente arroz con conejo que había hecho Manolo, aunque lógicamente a el no se lo dijimos, sino todo lo contrario.
¡ un poco pasao esta el arroz!, ¡ y el conejo un poco crudo!, ¡ y soso ¡
¡ Tocarme los huevos, la próxima vez hará el arroz otro!
¡ No jodas Manolo que estos no tienen ni puñetera idea de hacer arroz ¡
¡ Esta buenísimo ¡
Entre dimes y diretes comimos, tomamos café, y no volvimos a tener picada en toda la tarde, cuando nos cansamos decidimos marcharnos y discutimos que hacer con el pez. Decidimos dejarlo como estaba y marchar al hostal a decidir que hacíamos con el animal si volvíamos a soltarlo o lo dejábamos y volvíamos al día siguiente.
En el hostal pedimos unas cervezas porque hacia calor y a nosotros hacia tiempo que se nos habían acabado, mientras comentábamos lo grande que era el pez y los kilos que pesaba, José Mari y Arcadio que estaban en el hostal no se creían que habíamos pescado un pez tan grande y Arcadio creyendo a pies juntillos que era mentira lo que narrábamos nos ofreció su coche para ir a buscar el pez. Ni corto ni perezoso Manolo cogió las llaves del todo terreno y me indico que fuera con el.
¡ Vamos a por el pez!
Montamos en el coche con Manolo, Sergio y yo. Recuerdo el viajecito de ida y vuelta como una carrera de la baja a Aragón, me vi en el Ebro tres o cuatro veces y me agarraba a todo lo que podía, mientras Sergio se escojonaba de risa y Manolo ponía cara de piloto de carreras.
El pez que iba en la parte de atrás asomando la cabeza por la ventanilla pegaba unos botes que llegaban al techo del vehículo.
Por fin llegamos al hostal y demostramos a José Mari y Arcadio que el pez era como decíamos pero José Mari no estaba de acuerdo en el peso y nos fuimos con él a pesarlo a su casa, recorrimos el pueblo con el pez asomando su enorme cabeza por la ventanilla de atrás de todo terreno de Arcadio y llamando la atención de todo el que se daba cuenta del pez.
En bascula el pez peso
Como todas las historias que
contamos en las Tertulias los nombres de las personas que protagonizan la
historia son falsos, no así la historia que es verdadera.
Tertulias de La Manqueta
No hay comentarios:
Publicar un comentario