6 de septiembre de 2018

Una Visita al Monasterio de Rueda


UNA VISITA A RUEDA
Rafael Fernández Tremps

Desde su reapertura, en el Real Monasterio de Rueda de Ebro, se vienen realizando visitas guiadas programadas. Además, este verano, se han intercalado ocho visitas teatralizadas. Todo un acierto.
Intento resumir aquí las vivencias de una de estas últimas. Al tiempo que felicito a los guías/ actores así como Aragón turismo por la iniciativa. Que no decaiga su voluntad y sigan en esta línea de actividades.

El Monasterio de Rueda
este agosto visitaba
y, aun sabedor de a lo que iba,
me llevé sorpresa grata.
Tras varias indicaciones:
sobre todo, llevar agua…
Por el calor, los actores…
La visita comenzaba.


Esperando, Fray Martín
con doña Gadea, estaban
y a lo largo de hora y media
el cenobio nos mostraban
de una manera excelente,
pues fue teatralizada.
Desde la plaza, la puerta
del claustro nos daba entrada.

Con desparpajo y gracejo,
con voz poderosa y clara,
de una forma rigurosa,
mas también desenfadada,
la actividad monacal
a retazos nos contaban.
De la dura disciplina
que los frailes observaban,
impuesta por el abad
y en sus reglas contemplada.


Como buenos oradores
en su plática insertaban
los detalles artísticos
que en el cenobio no faltan.
En las piedras de sus muros,
con precisión señalaban
las figuras, las rosetas…
que por doquier hay talladas.


Y con familiaridad,
pues así Gadea hablaba:
¡Ay! mi Vicien, lo ve, páter
qué bien cincela y trabaja.
La forma de andar los monjes
por el claustro, concretaban:
de modo que el patio, siempre
a su derecha, quedara.


Entramos al refectorio,
una monumental sala
donde los frailes comían
y el silencio respetaban
atentos a la oración
que el monje lector rezaba.
Cuando el lector concluía,
el ágape terminaba.

Luego a la capitular,
sin duda la mejor sala,
donde su confesión pública
todo monje realizaba
y el padre abad imponía
la penitencia adecuada.
Para tomar decisiones,
donde todos opinaban,
lo hacían por votación
con bolas negras y blancas…


Llegados al dormitorio,
más sorpresas nos narraban:
camas de viejos y jóvenes
tenían siempre alternadas.
Desde allí, al oratorio,
hoy lo llamamos iglesia:
nueve tiempos de oración
todos los monjes rezaban.


En los lugares citados,
música en vivo sonaba.
Era canto gregoriano
que al Medievo transportaba.
Un gran cuarteto vocal,
Chiavette, la interpretaba
con armonía excelente.
Cual una orquesta sonaban.

La historia de un fraile malo
en el zaguán relataban:
rompía la dura regla
por tener vida mundana.
Con ella llegó el final
de tan gozosa jornada
y una gran salva de aplausos
a los actores premiaba.

POSDATA:
Fue solo un aperitivo,
lo que hoy se nos mostraba,
de todo aquello que explican
en las visitas guiadas
que se ofrecen en el año
de forma normalizada.
Si ustedes no lo conocen
es cita recomendada.
Y, a poco que me apurasen,
les diría que obligada.
Se tiene que reservar
con una simple llamada:
Tfno. 974 35 51 19

Texto: Rafael Fernández Tremps
Fotos: Darío Martínez Ibañez

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