27 de noviembre de 2014

Rueda Adelante

RUEDA, UNA NUEVA ILUSION.

La Asociación de Amigos del Real Monasterio de Rueda de Ebro en este año, que esta próximo a su finalización y tras haber sido un año de muchas dificultades, en cuanto al cierre de nuestro querido monasterio y tras  haber estado pendiente de todos los acontecimientos acaecidos así como haber estado nuestra asociación muy pendiente de las gestiones, que por parte de las instituciones, principalmente su titular Diputación General de Aragón, y en concreto con su Dirección General de Turismo, con la Sra. Elena Allué con la que nuestra asociación mantuvo varias reuniones junto con representantes institucionales de la comarca tratando de buscar una solución al cierre de Rueda, que tras varios meses de clausura y de inactividad tanto económica como cultural en el recinto, el pasado mes de agosto, Rueda volvió abrir sus puertas para seguir con la gestión de Rueda. Debido al período de inactividad en el recinto este se vio azotado por el paso del tiempo, donde tras la falta de un mantenimiento pleno y eficaz, a día de hoy sigue habiendo secuelas de este período, y que esperamos se subsanen en breve, además esto afectó a la realización por parte de nuestra asociación de las actividades culturales que nuestra asociación viene realizando habitualmente año tras año, siendo imposible entre otras la celebración de San Bernardo de Claraval dada la clausura del recinto monacal, aunque había sido adjudicada su gestión recientemente hacía unos pocos días, lo que unido a todo ello imposibilitaba la celebración de la festividad tal y como venía siendo costumbre.

 Superada esta difícil situación, nuestra asociación trabaja ya en la preparación de las actividades culturales para el próximo año, esperando que el mismo aporte nuevas actividades para el disfrute de todos aquellos que quieran acompañarnos en la celebración de tales actividades culturales.

Agradecer públicamente a todos cuantos en este difícil año han seguido creyendo en nuestra asociación pese a los difíciles momentos atravesados por Rueda, donde y aunque pueda parecer que hemos estado inmóviles, nunca nuestra asociación estuvo tan activa y muy pendiente de la responsabilidad que mantenía y su compromiso plasmado en sus estatutos, velando por Rueda.

No quisiéramos olvidarnos de todas las instituciones, corporaciones locales, asociaciones, empresas y particulares que de una forma u otra nos apoyaron tanto económicamente como socialmente, gracias a todos ellos por vuestra colaboración.

Ahora toca mirar hacia delante con en el  único objetivo de seguir trabajando por el monasterio, y recordando este año 2.014 como un año donde se produjeron algunos errores lamentables que, son eso errores, pero que nunca deberían volverse a cometer, siempre pensando en el bien común, Rueda.

Sólo queda en estas líneas poder felicitar a todos los amigos y amigas que integran nuestra asociación y hacer extensible esta nuestra  felicitación a todos los lectores y en general a todo el público en general, deseándoles una feliz navidad.

FELIZ NAVIDAD.

La Junta Rectora.

15 de noviembre de 2014

La Historia de Aragón Desaparecida

Monumentos de Aragón desaparecidos

Hace tiempo quería publicar este estudio que encontré mirando por internet cosas sobre Aragón, merece la pena leerlo. Mis felicitaciones al autor del estudio. 

No quiero especificar en este escrito todo el arte desaparecido de Aragón, retablos de escultura y pintura, imaginería, cuadros, platería, cerámica, objetos transportables en general, cuya relación conocida es abrumadora, y en algunos aspectos, como las ventas de retablos de pintura sobre tabla de «primitivos» aragoneses, verdaderamente sonrojante.

Eso, esta en manos de la justicia que dará a cada cual lo suyo.

Únicamente quiero hacer alusión a la arquitectura de carácter monumental y de interés artístico excepcional, así como a aquellos elementos integrados en los monumentos arquitectónicos, tales como techumbres, yeserías y demás, que han desaparecido a lo largo de los siglos XIX y XX, en algunos casos en fechas muy próximas.

Conviene precisar, además, que tampoco se va a hacer mención de los destrozos, mutilaciones o derribos como consecuencia de acciones violentas, como han sido la guerra de la Independencia, las guerras carlistas del siglo XIX o la última guerra civil de 1936 a 1939.

Y ello porque, aun con haber sido muy dolorosas las desapariciones a causa de tales conflictos y especialmente en la ciudad de Zaragoza con motivo de los sitios durante la guerra de la Independencia, sin embargo, suele desconocerse que lo destruido durante las mencionadas guerras ha sido mucho menos cuantioso que lo que casi dos siglos de paz han demolido fría y premeditadamente, con desprecio por la belleza y la historia y olvidando que tenemos la obligación de conservar para las generaciones venideras los monumentos del pasado.

Ni siquiera esta relación puede ser exhaustiva, ya que en muchos casos carecemos de los estudios locales necesarios para dar las referencias mínimas objetivas, pero el libro pionero y ejemplar de Juan Antonio Gaya Nuño sobre los monumentos desaparecidos de la arquitectura española, editado en 1961, no sólo obliga a referir aquí sus aportaciones correspondientes a Aragón, sino a plantearse investigaciones particulares en el futuro para completarlo.

Por otro lado, en lugar de aportar aquí una fría relación de monumentos desaparecidos, ordenados por localidades, que de ningún modo podría ser exhaustiva, se ha preferido presentar una exposición cronológica, glosando los despropósitos más notables.

Destrucciones en el siglo XIX

Son especialmente dos ciudades aragonesas, Zaragoza y Calatayud, las que alcanzan más triste notoriedad en número y calidad de monumentos destruidos. Se puede citar como punto de partida la demolición en el año 1836 del claustro grande del monasterio de jerónimos de Santa Engracia en Zaragoza, porque es un ejemplo profundamente significativo, ya que la voladura por los franceses del monasterio de Santa Engracia en la noche del 13 al 14 de agosto de1808, que afectó fundamentalmente a la iglesia, dio pie a pensar a muchos escritores e historiadores que el monasterio de Santa Engracia había sido totalmente destruido en esta fecha de 1808.

Gaya Nuño, primero, y Arturo Ansón, después en un estudio monográfico de 1978, han puesto de manifiesto este error que subyace en bastantes monumentos desaparecidos de Zaragoza, para los que se piensa siempre en la guerra de la Independencia.

Por ánimo de concisión destacaremos las tres demoliciones más flagrantes de la segunda mitad del siglo XIX: en 1856, la iglesia del convento de dominicos de San Pedro Mártir en Calatayud; en 1862, el palacio de La Aljafería de Zaragoza; y, de nuevo en Zaragoza, por orden de 20-IX-1892 se autorizaba el derribo de la Torre Nueva.

El principal motivo de la demolición de la iglesia de San Pedro Mártir de Calatayud fue que obstaculizaba el tráfico; Gaya Nuño calificó el hecho así: «Y todavía hoy estremece esta alcaldada brutal que nos privó de uno de los más fascinantes monumentos mudéjares de nuestro medievo».

Acostumbrados estaban ya los bilbilitanos a estas demoliciones, puesto que en 1840 se había derribado la parte alta de la torre mudéjar de San Pedro de los Francos, con el pretexto de que su inclinación hacía peligrar la vida de la familia real hospedada en el palacio del barón de Warsage. Las demoliciones en la ciudad de Calatayud en la segunda mitad del siglo XIX adquieren un ritmo enloquecido: en el mismo año de 1856 el convento de la Trinidad, en 1863 la iglesia parroquial de Santiago, en 1869 las iglesias de San Torcuato y Santa Lucía, en 1871 la iglesia de San Miguel.

La destrucción del palacio de La Aljafería de Zaragoza en el año 1862 fue autorizada por el gobierno de Isabel II para instalar un acuartelamiento de tropas.

Se destrozó el monumento civil más significativo del arte musulmán en occidente del siglo XI. Gaya Nuño valora así el hecho: «Se eligió el edificio más precioso y delicado de toda Zaragoza, uno de los más fantásticos de la España toda.

¿Por ventura se atreve el lector a imaginar que el desmán se hubiera cometido en la Mezquita de Córdoba o en la Alhambra de Granada?

Le rogamos que lo intente, advirtiendo que no era inferior en méritos a ambas maravillas andaluzas la aragonesa de La Aljafería».
En nuestros días, finalizada la restauración de la Aljafería, el monumento ha recuperado en parte su pasado esplendor quedando bien entendido que nunca se logrará del todo, ya que muchos elementos se perdieron entonces irremediablemente y para siempre. Ésta es, tal vez, la página más sangrante de este relato demoledor.

En 1892, la Torre Nueva de Zaragoza, que había sido erigida entre 1504 y 1508, provista de un reloj para la reglamentación de la vida ciudadana, y auténtico emblema de la ciudad de Zaragoza, bellísima obra mudéjar realizada por los maestros Juan Gombao, Juan de Sariñena, Iuce de Gali, Ismael Allobar y maestro Monferriz.



La torre, como es sabido, presentaba una inclinación considerable, debido al rápido fraguado y secado del mortero en las hiladas de ladrillo de la parte más expuesta al sol, pero los dictámenes técnicos eran favorables a su permanencia.

Sin embargo, un comerciante de la plaza de San Felipe hombre influyente y cacique, bien relacionado con el municipio, que promovió una amplia corriente de opinión sobre la inminente ruina de la torre, la cual podía perjudicar su negocio, pudo mucho más que todo el grupo de intelectuales zaragozanos (Gascón de Gotor, Zapater, Jordán de Urríes, Moneva, Giménez Soler, etc.) que se opusieron valientemente a su demolición.

Las palabras de Gaya Nuño sentencian, de nuevo, certeramente los hechos: «Es todo un capítulo de ignominia para la Zaragoza del entonces haber caído en este lazo de los más ruines y particulares intereses para venir a odiar como posible asesino a uno de los monumentos más insignes de la ciudad».

Bien es cierto que en la Zaragoza el siglo XIX, y aún en la actual, han amenazado siempre más los intereses particulares que posibles monumentos inclinados.

Así iban desapareciendo a lo largo del siglo xix desde las mismísimas puertas de la ciudad la de Toledo en 1842, la de Valencia en 1867, la del Puente o del Ángel y la de Don Sancho en 1868, pasando por los palacios y casas infanzonas, el de los Torrellas o del Comercio en 1865, hasta las iglesias, la parroquia de San Lorenzo en 1868 y los conventos, en una ruina generalizada que con frecuencia se retrotrae equivocadamente a la socorrida guerra de la Independencia.

No quedan mejor paradas otras ciudades de Aragón: Alcañiz, Barbastro, Jaca, Híjar, Huesca, etc. Habrá que estudiar cuidadosamente a través de la documentación municipal las cronologías precisas. De momento, puede el lector, con la ayuda de la mejor guía artística de Aragón en el siglo XIX, que es la obra de José María Quadrado publicada por vez primera en 1844, pasadas ya la guerra de la Independencia y la primera guerra carlista, constatar los monumentos allí estudiados, de los que ya no queda ni el recuerdo ciudadano generacional.

Destrucciones en el siglo XX:

No cede la ira ni la indignación al continuar el relato de las destrucciones monumentales en el siglo actual, para el que forzosamente habrá que prescindir de la cita de monumentos que no sean de un relevante interés, ya que la nómina aumenta considerablemente.

De nuevo la ciudad de Zaragoza encabeza el relato demoledor, tanto cronológicamente cono en importancia.

El palacio del banquero de Carlos V, Gabriel Zaporta conocido como casa Zaporta o casa de la Infanta, por haber sido casa de la esposa del infante D. Luis de Borbón, tras un incendio no grave sufrido en 1894, estaba en venta a comienzos de siglo, por necesidades económicas del propietario.

Su destino más sensato, como se propuso por algunos intelectuales aragoneses, hubiera sido el de Museo Provincial, pero ni el Estado ni las entidades locales o provinciales mostraron interés; el arquitecto aragonés Luis de la Figuera acusaba en 1903: «Por punible incuria y odiosa mezquindad del Estado va a perderse y a hacerse añicos, vendiéndose a pedazos en pública subasta, uno de los más bellos ejemplares del arte plateresco español».

 No se encontraron entonces los 29.000 duros que el anticuario parisino Fernand Schultz pagó por el palacio, y que en 1908 reconstruía en el barrio Voltaire de París.

Posteriormente, como en el caso de La Aljafería, se ha enmendado en parte tamaño atropello: en el año 1957 la Caja de Ahorros de Zaragoza, Aragón y Rioja (hoy Ibercaja) volvía a adquirir el patio de la casa Zaporta y en 1980 quedo instalado, aunque no en su emplazamiento original, en el edificio central de la entidad recuperadora; quede claro, no obstante, que aquí también muchos elementos se perdieron definitivamente en 1904 como la caja de escaleras con su bellísima cúpula de madera.

Peor suerte han corrido otros palacios aragoneses del renacimiento en la ciudad de Zaragoza, a lo largo del siglo XX; así la casa de Coloma en el Coso, construida por Juan de la Mica y que sirvió de modelo a la de Miguel D. Lope, hoy de la Maestranza, era derribada en 1921, la de Torreflorida, en el n.° 68 de la calle Mayor, desaparecía en 1942.

Si de los palacios renacentistas zaragozanos se pasa a otros más modestos de los siglos XVII y XVIII, la relación aumenta bochornosamente. Parece que en 1981, con la política municipal de adquisición de monumentos para su destino a usos culturales torreón de Fortea, casa de los Morlanes, palacio en calle don Juan de Aragón, se comenzó a cerrar afortunadamente un capítulo de ignominia.

Tampoco ha corrido mejor suerte en el siglo XX la arquitectura religiosa. Tal vez sea, si no el caso más temprano, sí uno de los más lamentables, la demolición en el año 1913 de la torre de Santiago en Daroca.

La ciudad de Daroca había perdido ya con anterioridad monumentos mudéjares de capital interés como, por ejemplo, la torre octogonal de San Pedro, del siglo XIV, ya perdida en la primera mitad el siglo XIX.

La demolición de la torre de Santiago, que había sido declarada monumento nacional el año anterior (!), nos privó de una de las torres mudéjares más antiguas de Aragón, con profunda influencia almohade, anterior incluso a la torre de la catedral de Teruel, y muy superior en interés y calidad a la conservada de Santo Domingo.

En lo concerniente a arquitectura religiosa los desatinos salpican toda la geografía aragonesa y son de difícil enumeración.

Hay que espigar algunos muy significativos. Así, en 1925 la iglesia románica de El Bayo era volada para construir una presa sobre el río Riguel, hacia 1930 se vendía al museo de Boston (USA) la portada de la iglesia de San Miguel de Uncastillo.

Y los ejemplos de las ciudades de Calatayud y Zaragoza, mejor conocidos, siguen estremeciendo. Así, Calatayud va perdiendo paulatinamente todo el complejo del convento e iglesia de San Francisco y hacia 1973, se derriba el convento e iglesia de dominicas, esta última de planta central circular, de gran interés, obra barroca realizada entre 1616 y 1625 por los maestros Gaspar de Villaverde y Francisco de Aguirre.

Tampoco la ciudad de Zaragoza va a la zaga, ya en 1908 se derriba el convento de Santa Fe, monumento que desde el año 1844 se había destinado a Museo de Bellas Artes; en el año 1918 desaparece la iglesia de Santiago; hacia 1930, la de San Pedro Nolasco; el mordiente demoledor llega hasta nuestros días con la desaparición de la iglesia de San Juan y San Pedro en 1966, o el convento e iglesia de Santa Lucía en 1967.

En otros casos se han vendido partes integrantes de los monumentos, dejando a un lado el sórdido mercado de las piedras armeras, conviene aludir a las escandalosas ventas de bellísimas techumbres medievales, en las que parece haberse especializado la ciudad de Teruel en el primer tercio del siglo.

El profesor Santiago Sebastián ha estudiado estas techumbres turolenses emigradas, muchas en colecciones norteamericanas, vendidas por el conde de Las Almenas; Úrsula Trenta localizó una techumbre turolense, con artesonado mudéjar y pinturas francogóticas, en la Villa Schifanoia, entre Fiésole y Florencia (Italia) que había sido comprada por Myron Taylor en 1927 al mencionado conde de Las Almenas.

No se puede cerrar esta negra página de nuestra historia cultural, sin dejar testimonio de que el problema de la conservación monumental sigue en pie en la segunda mitad del siglo XX, y esto a pesar de la protección legal del patrimonio histórico-artístico.

Algunos monumentos, que se salvaron durante la guerra civil de 1936 a 1939, se han perdido con posterioridad; sirva como ejemplo el estado de ruina del monasterio de San Victorián, a causa de una equivocada gestión episcopal de la diócesis de Barbastro, por haberlo vaciado de sus retablos para dotar a parroquias que los habían perdido, con lo que entra en un proceso de abandono y ruina total.

El proceso de emigración campesina y de despoblación rural de las décadas de los años 50 y 60, que afectó a todo Aragón, fue particularmente importante en la parte oriental de la provincia de Huesca, en los partidos judiciales de Boltaña y Benabarre (antiguos Sobrarbe y Ribagorza), donde quedaron totalmente abandonadas más de doscientas localidades, y entrado en un proceso de ruina irreversible sus iglesias y caserío. Todo ello está desapareciendo para siempre en nuestros días.

Por último, en los núcleos urbanos, aunque la protección monumental está garantizada por la firme actuación y aplicación de la legislación vigente sobre patrimonio artístico, sin que falten escándalos notables, como en el caso de la capilla Pedro Cerbuna en la antigua Universidad de Zaragoza, que se dejó hundir tras haber sido declarada monumento histórico-artístico por decreto de 13-III-1969.

Sin embargo se lucha en la actualidad, con varia fortuna, para salvaguardar la arquitectura representativa de las últimas generaciones muy especialmente en los estilos arquitectónicos modernista y racionalista, antes de que no queden para las generaciones futuras algunas huellas de la creación artística del siglo XX.

Muchas fortunas se han hecho al amparo de tanta especulación, demasiados han aprovechado las circunstancias politicas de cada momento para especular con todo lo que los politicos de turno han permitido a algunos.

Y el problema sigue , no se ha solucionado los monumentos que hoy conocemos van desapareciendo para dejar sitio a edificios sin historia solo con la placa de la fecha en que el politico inauguro la mole.

Lamentablemente, nuestro querido Aragón seguirá siendo expoliado en su rico patrimonio por curas, monjas, políticos, constructores, especuladores y gentes de mal vivir. Mientras no aparezca alguna institución que apoyada por estamentos oficiales impida todas esas circunstancias, con escarmientos ejemplarizantes, solo así se conseguirá frenar esta política de despropósitos.
Se me entristece el alma.
 
Bibliog.: Gaya Nuño, Juan Antonio: La arquitectura española en sus monumentos desaparecidos; Madrid, Espasa-Calpe, 1961 (con abundante bibliografía para la mayoría de los monumentos aragoneses citados). Borrás Gualis, Gonzalo M., y López Sampedro, Germán: «Monumentos desaparecidos»; cap. 15 de la Guía monumental y artística de Calatayud, Madrid, M.E.C., 1975 (con abundante bibliografía sobre los monumentos desaparecidos de Calatayud). Ansón Navarro, Arturo: «El claustro del Real Monasterio de Santa Engracia de Zaragoza. Ensayo de una metodología de interpretación de un monumento desaparecido»; Primer Coloquio de Arte Aragonés, Teruel, 20 y 21-III-1978, pp. 27-51. Beltrán Martínez, Antonio: «Sobre la desaparecida iglesia de Santa Lucía de Zaragoza»; Zaragoza, XXV, 1967, pp. 131-133. Navascués Palacio, Pedro: «La iglesia mudéjar de San Miguel de Bubierca (Zaragoza)»; en Al-Andalus, XXXI, 1966, pp. 346-352. San Vicente, Ángel: Monumentos diplomáticos sobre los edificios fundacionales de la Universidad de Zaragoza y sus constructores; Zaragoza, Inst. «Fernando el Católico», 1981. Sebastián, Santiago: «Techos turolenses emigrados»; Teruel, 22, jul.-dic. 1959, pp. 217-244. Trenta, Úrsula R.: «Estudio sobre un artesonado turolense existente en Italia»; Teruel, 35, en.-jun. 1966, pp. 101-130.




11 de noviembre de 2014

Concurso Internacional de Pesca

Un día de Pesca

En los noventa, en un verano cualquiera, cuando aún teníamos vacaciones un mes entero, el de Agosto naturalmente. Ese año después de las fiestas dos de la peña decidimos hacer un día de pesca, convocamos asamblea con todos de la peña y peñas amigas para hacer un concurso. Cuando supimos cuantos íbamos ir a pescar empezamos a montar la parafernalia para conseguir suministros de comida y bebida para pasar todo un día en la orilla del río, os lo podéis imaginar.

Almuerzo para 8 a base de panceta y longaniza, con vino de la zona.
Vermouth para 8 con latas varias parando en los diferentes bares del pueblo.
Me explico, cuando se empieza a tomar el vermouth alguno dice;
¡Este el de la Palmera!
Y se abren latas para esa parada.
A continuación, alguien dice:
¡Ahora vamos a la Charrada!

Y se empieza ronda, así recorremos todos los bares del pueblo en el vermú.
La comida para los 8 consistirá en un arroz con conejo, costilla de cerdo, salchichas frescas y pimientos.
Para beber tenemos vino y cerveza
El café lo haremos como antiguamente en un tarro y lo colaremos con un calcetín.
Llevaremos bebidas espirituosas de todas clases, coñac para el café y güisqui para la sobremesa.

Todos llevaremos dos cañas de pesca y el cebo cada cual traerá el suyo.
Eso fue lo que se acordó de primeras y todos estuvimos de acuerdo.
Teníamos una semana para prepararlo todo, como siempre Antonio y yo que teníamos vacaciones, los demás trabajaban o no podían. Empezamos yendo de compras para recabar todo el suministro que necesitábamos, en el Preco de la población encontramos de todo lo que necesitábamos, inclusive los platos y cubiertos de plástico, llenamos el carro de la compra y el primer encontronazo lo tuvimos con las mujeres que se nos colaban en la caja, porque según ellas teníamos mucha cosa en el carro y ellas tenían mucha prisa, así que tuvimos que decir ¡basta!

Las que se quedaron atrás empezaron a despotricar contra nosotros
¡Que mire usted, que solo llevo un par de cosas!
¡Mira si nos podían dejar pasar, se va a pegar una hora con todo eso que llevan!
Por no discutir, dejamos el carro con la compra para que la dueña del preco nos lo pasara por caja al final y ya vendríamos a buscarlo por la tarde.

¡ Antonio tenemos que coger lombrices!
¡Ahora es muy tarde están muy hondas y te pegas un polizón para sacarlas!
¡Vamos a las acequias de las huertas donde no baje agua!
¡Ni hablar y que venga el dueño del campo y ya la tenemos montada. ¡Vamos a por alburnos a la orilla del río, mañana pescaremos con alburnos!
¡Coge una caña ponle anzuelo pequeño que yo tengo gusanos vas a ver como entran!

La jornada comenzó con las primeras luces del amanecer, los pescadores ya sabéis de qué va esto. Cebar las cañas, lanzarlas al río y empezar a sacar siluros sin parar, hacer una pausa para almorzar, rápida, lo que cuesta asar una panceta un poco de longaniza, beber un par de tragos de vino, contar tres o cuatro mentiras de las que cuentas los pescadores o los cazadores y volver rápidamente a las cañas para seguir sacando siluros sin parar hasta la hora del vermouth, donde como siempre haríamos viajes a los diferentes bares del pueblo, la primera cerveza al bar del Manchón, la segunda al Maximino, la tercera a la Martina, la cuarta al Hostal etc. Mientras tanto algún bromista hacia sonar el cascabel de alguna caña atando un hilo a la caña, haciendo que el dueño saliera disparado a ver si había picado algo y se daba cuenta que había sufrido la broma del bromista de turno.

A continuación mientras Manolo hacia el arroz los demás jodíamos la marrana con que lo hacia mal, que le falta agua o cualquier cosa que molestara al chef, todo ello sin dejar de sacar siluros del río.

La realidad fue que con las primeras luces echamos las cañas al río y no vimos picada hasta la hora del almuerzo, y después del almuerzo seguimos sin ver picada hasta la hora del vermouth, y la desgracia fue que cuando íbamos por el Maximino sonó el cascabel de mi caña. Primero me asegure que no era la broma de ningún hilo y cuando estuve seguro porque la caña se doblaba hasta tocar la punta en el agua del río salí disparado y comprobé que un monstruo se había enganchado a mi caña, era la primera picada de la mañana y tenia en la caña un bicharraco que salía disparado sacando toda la línea del carrete.

Nunca pensé que me resultaría tan difícil sacar un pez del agua, mientras el animal cedía y se marchaba los “amigos” empezaron su juerga particular Jesús se me ponía delante y me secaba el sudor de la frente, Carlos por detrás me empentaba un vaso de vermouth en la boca atragantándome, manolo me endiñaba un mejillón sin que me hubiese recuperado del atragantamiento, Eduardo no paraba de decirme ¡ tira!, ¡afloja..!, ¡tiraaaa..!, ¡que se vaaaaa....!.
Yo seguía sin ver nada porque Jesús se empeñaba en ponerme un cachirulo en la cabeza uniendo dos servilletas, para hacer la foto decía él.

Yo juraba en hebreo porque no me dejaban ver y Carlos se empeñaba en meterme por el gaznate el vermouth del vaso y me decía que no hiciera caso a nadie que el pez no se iba a soltar Manolo me metía un mejillón tras otro y yo me atragantaba, tosía juraba y el pez tiraba como un demonio.
Opte por sentarme en el suelo para que me dejaran en paz y por fin salió a la vista la lomera del siluro de treita y tantos Kg que estaba enganchado en mi caña y que me estaba agotando.

Por fin conseguí acercarlo a la orilla sin levantarme de donde me había sentado y Javi lo cogió con el gancho y lo saco del agua, entonces me levante mirando con orgullo contenido, sin dar muestras de mi alegría, porque hubiese sido objeto de las mas duras criticas y mofas, el bicho enorme que tuve la suerte de pescar.

Tras las fotos de rigor acondicionamos el pez para mantenerlo vivo y terminamos por fin de tomar el vermouth aunque yo ya había visitado todos los bares del pueblo.

No tuvimos ninguna picada hasta la hora de comer así que se quedaron las cañas en río. Y comimos el excelente arroz con conejo que había hecho Manolo, aunque lógicamente a el no se lo dijimos, sino todo lo contrario.
¡ un poco pasao esta el arroz!, ¡ y el conejo un poco crudo!, ¡ y soso ¡
¡ Tocarme los huevos, la próxima vez hará el arroz otro!
¡ No jodas Manolo que estos no tienen ni puñetera idea de hacer arroz ¡
¡ Esta buenísimo ¡

Entre dimes y diretes comimos, tomamos café, y no volvimos a tener picada en toda la tarde, cuando nos cansamos decidimos marcharnos y discutimos que hacer con el pez. Decidimos dejarlo como estaba y marchar al hostal a decidir que hacíamos con el animal si volvíamos a soltarlo o lo dejábamos y volvíamos al día siguiente.

En el hostal pedimos unas cervezas porque hacia calor y a nosotros hacia tiempo que se nos habían acabado, mientras comentábamos lo grande que era el pez y los kilos que pesaba, José Mari y Arcadio que estaban en el hostal no se creían que habíamos pescado un pez tan grande y Arcadio creyendo a pies juntillos que era mentira lo que narrábamos nos ofreció su coche para ir a buscar el pez. Ni corto ni perezoso Manolo cogió las llaves del todo terreno y me indico que fuera con el.
¡ Vamos a por el pez!

Montamos en el coche con Manolo, Sergio y yo. Recuerdo el viajecito de ida y vuelta como una carrera de la baja a Aragón, me vi en el Ebro tres o cuatro veces y me agarraba a todo lo que podía, mientras Sergio se escojonaba de risa y Manolo ponía cara de piloto de carreras.

El pez que iba en la parte de atrás asomando la cabeza por la ventanilla pegaba unos botes que llegaban al techo del vehículo.
Por fin llegamos al hostal y demostramos a José Mari y Arcadio que el pez era como decíamos pero José Mari no estaba de acuerdo en el peso y nos fuimos con él a pesarlo a su casa, recorrimos el pueblo con el pez asomando su enorme cabeza por la ventanilla de atrás de todo terreno de Arcadio y llamando la atención de todo el que se daba cuenta del pez.
En bascula el pez peso 34,8 Kg lo devolvimos al río vivo y coleando.

Como todas las historias que contamos en las Tertulias los nombres de las personas que protagonizan la historia son falsos, no así la historia que es verdadera.

Tertulias de La Manqueta

3 de noviembre de 2014

Ruta Senderista

III RUTA SENDERISTA DEL CISTER

Una vez más, y van tres, pudimos disfrutar de la magnífica Ruta Senderista del Císter que organiza la Asociación de Amigos de Rueda para todo aquel que quiere asistir. Alrededor de setenta esforzados caminantes la recorrimos con sumo placer.

Agradeciendo a la Asociación, a los colaboradores, Marta Híjar, de Seguros MGS, de Sástago, a Áridos Artal, de la Puebla de Híjar, a Excavaciones Javier Artal SL, de Escatrón, a los Ayuntamientos de Escatrón y de Sástago, así como a todos los participantes, les dedico estas estrofas en las que intento reflejar las sensaciones vividas en ella. Al tiempo, aprovecho para animar a todos los posibles caminantes a participar en ediciones venideras. Una extraordinaria oportunidad para conocer bellos parajes que se localizan en los entornos del monasterio de Rueda que, aunque hoy vive momentos de relativa incertidumbre, siempre merece la pena visitarlo. No los den por conocidos, nunca dejan de sorprendernos.



Este año dos mil catorce,
la popular caminata
de los amigos de Rueda,
Ruta del Cister se llama,
cumplió tercera edición.
Y esta vez sin amenazas:
sin lluvias, truenos o nieblas
y con los vientos en calma.

La entrada del monasterio,
el lugar de la quedada.
No digo que fuera noche
ni tampoco madrugada,
pero joven era el día,
al poco de la alborada.
Perezoso andaba el sol,
la boira lo camuflaba
mas, pronto despabiló
y a la ruta se apuntaba.

Tras la foto de recuerdo,
con la gente uniformada,
pintando gualda el camino,
comenzábamos la marcha
hacia tierras de Escatrón.
Por donde otrora hubo barca,
nos mudábamos de orilla
contemplando aguas calmas.
Por el Tozal vigilados,
vimos la vieja almazara.

Con el Martín nos topamos,
donde, al Ebro, da sus aguas.
Un atractivo sendero,
ceñido a aquel, avanza
entre fantástica fronda
que zigzagueando salva.
Al fondo, se entrevió un puente
de fabricación romana.

Una rápida ascensión
al sequío nos aupaba.
En el cabezo de Muel,
ruinas ibero romanas.
Al rato, la Magdalena,
a su suerte abandonada.
Pasamos junto a Gotor,
que de Rueda fue una granja.
Allí estaban, esperando,
pero no hicimos parada.

Aunque no soy Perogrullo,
es esto perogrullada:
con la ruta en su mitad,
el regreso se iniciaba.
Cosa que se agradeció,
pues el sol ya calentaba.
El amparo de unos cerros,
que sombra nos proyectaban,
conseguía que la ruta
se hiciera algo más liviana.

En alguno de los grupos,
que el ritmo dispar formaba,
con mucha satisfacción
escuché que comentaban
de estas rutas la bondad.
Incluso, hacían programas
de otras muchas en sus pueblos,
como hacerles propaganda…
Proyectos, iniciativas,
ideas se barajaban.

Ya en el último tramo,
tras cuesta muy empinada,
compensando nuestro esfuerzo,
una sorpresa muy grata:
una extraordinaria vista
desde allí se dominaba,
panorámica exquisita,
diría paradisíaca.

En tal cerro encaramado,
contemplándolo, pensaba
en el refrán popular
que dicta sentencia sabia:
una imagen vale más
que contarla en mil palabras.
Aquí bien se ratifica,
que la razón no le falta.

Vimos al Ebro dudar.
A lo lejos, represadas
sus aguas que, cantarinas,
rápidas el azud saltan.
A nuestros pies, en mil brazos
quebradas, su lecho ensanchan,
como queriendo quedarse
y no emprender su marcha.
¿Será el encanto de Rueda
que las dejó embrujadas?

En su completa extensión,
con fondo de tierra parda
que salpican los enebros,
pinos, romeros, retamas…
se mimetiza el cenobio
al que su torre delata.
Una verdadera joya,
de nuestra tierra semblanza.
Hoy, llorando su presente,
vida, que no olvido, clama.

En el entorno, extasiados,
contemplando tal estampa,
en su altozano, Escatrón,
de ser su guarda hace gala.
Y, contrapunto discorde,
la térmica allí instalada
que, por su negro quehacer,
por la ciencia es desechada.

En el curso de la ruta,
por si entraba malagana,
prepararon dos recesos
donde recoger vituallas:
dulces para lamineros,
para todos, fruta y agua,
y que el personal de apoyo
en un furgón transportaba.

Una vez se llegó a meta,
-dos horas y media largas,
a unos, a otros, tres o más-
repartieron los bocatas
de chorizo o salchichón
¿Quién dijo lonchas escasas?
¡Por quitar colesterol!
dijo quien los preparaba.

Y se habló de sensaciones…
Que si la hora muy temprana…
Que pudo hacerse más corta…
que muy bien organizada…
Que si correoso el pan…
Que la ruta muy acertada…
Si pulir o añadir cosas,
pero que fácil no es nada…

Muchas cosas comentamos,
no faltaron las palabras.
En honor a la verdad,
no escuché ninguna mala.
Opiniones positivas
para intentar mejorarla.
Y por conclusión unánime:
¡Maravillosa jornada!

           Rafael Fernández Tremps.
                              Octubre, 2014.

POSDATA

En el aire se palpaba
un agridulce sabor.
Resultaba predecible
la acidez. La que dejó
el anterior empresario,
muy nefasto, mal gestor,
de pestilente memoria,
imposible ser peor.
O el daño colateral
que la plantilla sufrió.

El maravilloso día,
el exquisito bombón.
Otro, ver abierto Rueda,
pues devuelve la ilusión.
Un hálito de esperanza
en que cumpla su misión
de iluminar sus entornos.
Por ello la Asociación
de Amigos del Monasterio
desde siempre peleó.

Así, a primera vista,
a muchos entristeció
encontrarlo al ralentí.
Aun con dicha decepción,
éxito le deseamos
al nuevo administrador.
Nos quedamos expectantes,
con renovada ilusión.
En sus manos y en sus hechos,
vencer nuestro resquemor.

Rafael Fernández Tremps