5 de noviembre de 2013

Caminata Por Los Entornos de Rueda


Caminata por los entornos de Rueda
Rafael Fernández Tremps

Con gran satisfacción participé en la caminata del Cister que, con gran éxito, se celebró el pasado mes de septiembre.
Sirvan estas estrofas de felicitación y agradecimiento a los miembros de la Junta Directiva de la Asociación de Amigos de Rueda que la organizaron, a Marta Híjar, Agente de Seguros MGS, Áridos Artal, Excavaciones Javier Artal SL y Contratas Híjar SL quienes, con su espléndida y desinteresada colaboración y patrocinio, han hecho posible la celebración de dicho evento, a todos los voluntarios que velaron por el buen desarrollo de la prueba, también a los Ayuntamientos de Escatrón y Sástago, por su contribución y a los más de setenta participantes , por su asistencia, buena disposición y entrega, haciendo que la ruta fuera tan exitosa.

Septiembre de dos mil trece:
en Rueda se celebró
una ruta senderista
en su segunda edición.
Y que la Junta de Amigos
del cenobio organizó
con esmero y, con acierto,
del Cister la bautizó.

En su original trazado,
aquel que el año anterior
por la lluvia en temporal
muy cercenado quedó.
Este año peligraba,
de madrugada tronó,
e iniciose el recorrido
con reprimido temor.

Mas, el tiempo amenazante,
a buen aliado cambió:
se agradecieron las nubes,
pues la lluvia no cayó,
el calor nos mitigaron.
Y aun con todo, se sudó.
Y, sumándose a la fiesta,
al final, tuvimos sol.

Comenzaba el recorrido
atacando una ladera
coronada por su ermita,
que sus miserias nos muestra.
Marchamos por monte bajo,
pinos y enebros nos celan,
actualmente repoblado.
Al fondo, una paridera.
Dejando atrás la majada
torna el camino en sendero.
Entre sisallos y espartos,
con grácil garabateo,
esquivando va barrancos,
tierras de labor y cerros
que muestran enormes rocas
desnudas mirando al cielo.
El esqueleto de un más
cuenta su hastío en silencio.

Por asfalto, entre cipreses,
nos llegamos a la ermita
de Montler. Amenazantes,
de los riscos desprendidas,
pueblan la abrupta ladera
enormes rocas calizas,
que en caprichosas figuras
transforma la fantasía.

En su muela, el santuario
con gran paz nos recibió.
Asomándose hacia el Ebro,
excelente mirador
que muy rápido pasamos.
Así, el paraje se obvió.
Una pena: los paisajes
casi nadie contempló.

Rápida baja la senda
a encontrarse con el río
y amarradicos prosiguen
vigilados por los riscos.
Es la ruta jacobea
que antaño holló el peregrino.
Nos acompañan aromas
de romeros y tomillos.

Los tres quintos del trayecto
llevamos ya recorridos
y marchamos de regreso,
monte arriba, desde río
a llegar al mirador
en lo alto de los riscos.
Solo de mirar asusta,
decían los afligidos.

Tan magnífico balcón
pasó desapercibido:
muchas prisas, el cansancio…
De allí, a otear invito
para contemplar mi pueblo,
no lo den por conocido,
échenle imaginación.
Lo vi ayer como un castillo...

…hoy tal que un grandioso pez.
Será que así lo imagino:
los tejados sus escamas
Su ojo, la mancha de pinos.
Su gran aleta dorsal,
en lo alto del caserío.
Pectorales y caudal,
remojándose en el río.

Se inició el último tramo
con los tres cuartos cumplidos
por una pista empedrada
que hizo el andar más cansino.
Al rato, el bucle cerrábamos,
el resto era repetido.
Pronto avistamos la torre,
hubo un cierto regocijo…

En un continuo goteo
fue llegándose al destino.
Se cambiaron impresiones
con conocidos y amigos,
cogimos la camiseta
comimos el bocadillo…
tras la foto de recuerdo
le dimos el finiquito.

Kilómetros, dieciséis;
un acierto su trazada,
pueda ser que algo exigente
mas, sin premura, no cansa;
extraordinario el paraje
con vistas que mucho agradan,
gran contraste de colores;
tres recesos con vituallas,
camiseta de recuerdo…
¡Hasta la próxima andada!

Rafael Fernández Tremps.
Octubre 2


No hay comentarios:

Publicar un comentario