29 de junio de 2010

La Dama de Blanco

Los buenos recuerdos se amontonan en mi cabeza cuando pienso en positivo, y siempre me trae la memoria los momentos que he pasado en Sástago.

Mis vivencias a lo largo de toda una vida visitando el pueblo son tan ricas en acontecimientos y están tan unidas a la amistad con sus gentes a la diversión diaria y al entorno de las fiestas de Agosto, al descanso mental y físico, después de 11 meses de trabajo, en fin que nunca he echado en falta la playa o la montaña, para mi Sástago tiene playa y montaña, pero además tiene río, piscina, bares, gente entrañable y fiestas.

Desde hace un tiempo os escribo unos relatos cortos que hacen referencia a momentos pasados, es mi manera de expresar el agradecimiento que siento hacia las personas que a lo largo de estos años he conocido y he tratado.

Forman parte de las Tertulias de la Manqueta que abarcan relatos mezclados con otras muchas cosas que se comentan en las famosas tertulias.

Esta vez voy a contaros una vivencia personal que causo en mi interior una sensación extraña que aún perdura.

La Dama de Blanco.


Corría el mes de Agosto de un verano caluroso, cuando en uno de mis paseos vespertinos en bicicleta, volviendo de La Zaida y antes de ir a casa, decidí ir a las ruinas de la ermita de la Virgen del Pilar, también llamado Castillo de la Palma. Este lugar mágico tiene varias Leyendas, reflejadas en otro apartado de este blog.

Para acceder a la ermita, tome el camino de la derecha justo cuando vas a llegar al puente que cruza el cauce de entrada de agua a las turbinas de central 2.

Seguí el camino unos trescientos metros antes de adentrarme en otro camino más oculto situado a la derecha que cruza la acequia entre cañaverales y que tras atravesar las cañas te lleva por un sendero abrupto hacia la subida a la ermita.

El esfuerzo sobre la bicicleta había sido generoso hasta llegar a ese punto del recorrido, el calor era agobiante y el sudor mojaba mi rostro, de vez en cuando miraba hacia arriba para valorar si mi esfuerzo sobre los pedales de la bicicleta merecía la pena. La subida se iba haciendo más y más dura el sudor tenía que ir quitándomelo de la cara mientras miraba hacia las ruinas y entonces ocurrió.

En pleno esfuerzo de la subida mire hacia las ruinas y la vi, estaba en la ventana que hay sobre la puerta de entrada, era como una dama vestida de blanco con ropas de gasa que se agitaban al escaso viento que había en ese momento, el corazón me dio un vuelco y se aceleró aún más por la impresión no podía quitar la vista de aquella hermosa figura, la rueda delantera de la bicicleta cogió una piedra del camino, sentí que perdía el control de la bicicleta y me hizo quitar por un momento la vista de la figura blanca. Mis huesos dieron contra el duro suelo sin poder evitarlo, me incorpore con el cuerpo dolorido, levante la bicicleta me monte sobre ella emprendí el pedaleo unos metros, volví a mirar hacia la ventana pero.... la dama no estaba.

Paré en seco la bicicleta y descabalgue de ella, sin dejar de mirar hacia donde había visto aquella hermosa figura, me quede quieto en el sitio, calculo que estaría a unos 500 o 600 metros en línea recta, durante un buen rato me quede mirando pero no volví a ver nada.

Empecé a caminar acercándome poco a poco por el sendero hacia las ruinas, con cierto recelo y con el corazón aun agitado por la visión y el esfuerzo.

Mientras ascendía por el camino acercándome a la entrada de la ermita, fui razonando sobre lo que había visto o creía haber visto, no podía ser una mujer era absurdo, conforme me acercaba podía distinguir el tamaño de la ventana, estaba seguro que la figura ocupaba toda la ventana, sin embargo recordaba sus ropas agitarse al viento y en ese momento no corría ni un pelo de aire.

Estaba muy cerca de la entrada y una sensación angustiosa atenazaba mis músculos, posiblemente miedo, aunque no quiera reconocerlo, deje la bicicleta en el suelo y entre en las ruinas. Recorrí todo el recinto sin ver ni él más mínimo rastro de la dama de blanco. Solo un enorme silencio roto de vez en cuando por el graznido de alguna ave cercana, todos sabemos que el río está cerca.

Me pare frente a la boca del pozo que hay en la plaza del recinto amurallado, mire hacia su interior y solo vi la oscuridad al final del pozo, un escalofrío recorrió mi espalda, recordé las leyendas que acompañan el lugar, instintivamente me aleje del pozo.

Durante más de una hora permanecí en el recinto sin ver nada que resultara anormal, dándole vueltas a la cabeza sobre la figura que había visto en la ventana, sin encontrar una explicación lógica. Decidí volver a casa, cogí la bicicleta y retome el camino dirigiéndome hacia el pueblo.

Mientras recorría el camino de vuelta, creí encontrar la solución a lo que había visto, al menos era la solución más lógica según mi criterio, entonces y ahora.

Esto es lo que creo que ocurrió aquella tarde:
Mientras subía por el camino, en pleno esfuerzo cubierto de sudor, mire hacia la fachada de la ermita y lo que vi fue un ave grande, posiblemente una garza o una cigüeña, que durante unos instantes se posó en el alfeizar de la ventana agitando sus alas, intentando equilibrarse en la ventana, cuando yo mire con el sudor nublándome la vista me pareció otra cosa o a mi mente le pareció ver una mujer con un vestido largo, blanco agitándose como una bandera al viento, luego quite por unos segundos la vista de la imagen porque la rueda de la bicicleta tropezó con una piedra. En esos instantes el ave al no estar a su gusto o al oírme, levanto el vuelo y marcho dando la vuelta a la torre en ruinas, por eso no volví a verla cuando levante la mirada.

Eso fue lo que paso, estoy convencido lógicamente de ello. No obstante, no me importa en un momento dado, haber creído ver una dama vestida de blanco en las ruinas de la ermita de la Virgen del Pilar.

Tertulias de La Manqueta

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