5 de febrero de 2010

Cucaracha, un Bandido de Leyenda

El bandido más famoso de los Monegros

Desde que por primera vez escuché, a los Titiriteros de Binefar nombrar al bandido más famoso que rondó por los montes de la zona de Monegros, he deseado saber algo más sobre el.

Mi amigo Fermín y mi pariente Ángel, me propusieron hacer una excursión a la que fue cueva refugio del bandido, acepté encantado y un sábado del mes de agosto, por la mañana temprano, nos montamos en la furgoneta de Fermín y nos dispusimos a recorrer los cerca de 35 kilómetros que hay desde Sástago hasta el refugio del Cucaracha.

Cogimos la carretera a Bujaralóz, hasta un desvío a la izquierda, por camino de monte, fuimos pasando por los diferentes mases ahora abandonados, que tienen nombre propio, el más de los Lainez, el de los Morlanes, son mases grandes, algunos de varias edificaciones, en ellos las gentes hacían la vida durante los meses de siembra o de recogida de la cosecha. En tiempos del Cucaracha, el monte tenía vida propia.

Por caminos de difícil tránsito, nos adentramos en una zona conocida como Retuerta Pina, es un inmenso sabinar venido a menos por culpa de Felipe II, que usó las sabinas centenarias de la zona, para hacerse la Armada Invencible que al final no lo fue tanto.

Por los caminos sinuosos de la Retuerta, camino de la cueva del Cucaracha, nos encontramos una zona que llaman: Pepesina, es una plana espectacular, donde se divisa todo el monte, hasta donde te alcanza la vista, con sabinas salteadas por todos lados. En esa zona, nos topamos con unas hermosas avutardas, es la primera vez que las veo tan cerca.

Seguimos el camino, viendo volar majestuosas las avutardas, mientras las orillas, se van espesando a derecha e izquierda por sabinas, cada vez más grandes y robustas y los conejos empiezan a cruzar por el camino al ruido de la furgoneta, perdices, conejos hasta una liebre arranca al paso de la furgoneta, la zona es rica en caza.

Pasamos cerca del Pozo de Candial, donde los bandidos abrevaban sus caballos tras alguna correría, antes de esconderse en la cueva.

El sabinar se hace mas espeso cuando nos acercamos a la cueva y el camino se hace difícil para la furgoneta, pero enseguida aparece la cueva o lo que queda de ella, después de reconvertirla en un más de cazadores. Me explicare:

La cueva esta tallada en un montículo, estratégicamente situado, la boca de la cueva enfoca al suroeste, con una vista perfecta de todos los caminos que pueden llegar a ella y con una visión perfecta de la carretera al fondo.

No impresiona al verla desde fuera, porque las reformas que los propietarios han hecho, para acomodar a los cazadores que hacen noche para cazar por la zona, pues desluce un poco el hecho que fuera una cueva de ladrones. Han edificado una fachada, como si fuera un Más de los muchos que hay por el monte, también han abierto en la parte de arriba dos lucernarios para que el interior tenga luz natural, para eso han quitado parte de la ladera que había en la cueva original.

Pero aun así al entrar, sentí un escalofrío recorrer mi cuerpo. Por un momento tuve la sensación, de que algo o alguien nos acechaba dentro de la cueva. Me quede quieto contemplando aquella hermosa obra de arquitectura rústica con lo necesario para que hombres y caballos pudieran estar más o menos cómodos en sitio o situación hostil.

La cueva es enorme, abovedada, con troncos de sabina reforzando el techo, en dos líneas una por encima de la otra, para evitar derrumbes. A la Izquierda, el pesebre para los caballos, ocho o diez probablemente, ahora es una banca de cemento, para sentarse a cenar los cazadores. Al fondo a la derecha está ahora la cocina y a la izquierda, hay un cuarto, con una puerta pequeña, que es el último refugio en caso de ataque a la cueva, o el lugar de la emboscada, por si alguien entraba en la cueva.

Sin lugar a dudas, el sitio es sobrecogedor. Pienso en las correrías de los bandidos por el lugar, en sus discusiones y borracheras, en sus historias alrededor de la lumbre.

Fermín Ángel y yo, almorzamos unos huevos fritos que me supieron a gloria, regados con un par de tragos de vino, comentamos la historia de los bandoleros, de sus fechorías y recordé que había leído en algún lugar la biografía del bandolero y alguna de sus correrías, así que lo busque y …..

El Bandido Cucaracha

Mariano Gavín Suñer, "Cucaracha" apodado así por lo bien que cantaba esta canción.
Nació en Alcubierre, al finalizar las guerras carlistas (el mismo año del abrazo de Vergara).
Los soldados dejaron los fusiles de soldado por los trabucos de bandoleros.
Estuvo siete años de pastor, donde conoció todos los rincones de los Monegros, que luego le sirvieron para escapar de la justicia y ampliar sus correrías de malhechor.
A los 21 años se casa con Julia Amador, una buena moza de Alcubierre. Tenía tierras pero no le gustaba darle al azadón, así que con un vecino de tierras, Juan Ardid Jordan un día se quisieron comer un cordero del cercano corral de Caprasio Amador, Juan fue a por el cordero mientras Mariano vigilaba para que todo fuese bien.
Pero el tío Caprasio despertó dándole un garrotazo a Juan.
Mariano para salvar a Juan disparó la escopeta hiriendo al tío Caprasio, que pudo contar lo que le ocurrió pero sin dar nombres.
No volvieron a Alcubierre, y durmieron en un pajar, cuándo iban por el camino de Lanaja alcanzaron a un chaval que iba a vender sal a Castejón, al reconocer a los bandoleros intentó huir, pero Cucaracha haciendo muestra de su habilidad como pastor, le dio una pedrada que lo fulminó.
El primer robo fue en el camino de la Gitana a Moncalvos camino de Castejón, a un arriero, que mientras le robaban se acercó un sobrino de Cucaracha, y para que no les delatara uno de la banda se lo cargó.
Cucaracha contó todo lo acaecido a un pastor (Mariano Castillo Tella).
Hay innumerables historias de este bandolero, unas verdaderas y otras producto de la leyenda.
Se dice que una vez se disfrazaron de carlistas en Farlete, encerraron en la iglesia a todos los ricos, que fueron rescatados porque todo el pueblo salió a luchar contra Cucaracha, que tuvo que huir.
En Abril de 1.874, Cucaracha pidió a José Calvo Ayerbe, una cantidad de dinero que éste no le dio, en venganza le prendió fuego a una paridera.
En Castejón siempre he oído la historia de que un niño iba al molino con poco dinero para moler, Cucaracha lo paró y le pregunta:

-¿Donde vas?
-Voy al molino a moler trigo.
-¿Llevas dinero?
-Solo llevo tres pesetas, porque dice mi madre que Cucaracha me las robará.

Cucaracha le dio más dinero y le dijo:
- "Dile a la puta de tu madre que Cucaracha no roba a los pobres"

En la cuadrilla había una cincuentena de bandidos, entre ellos se encontraban:

El Cerrudo de Lalueza
Antoni Samperiz
Peralta Farineza
Agustín Alaman Corvinos
El vibora de Alcolea
El Villanueva
El Cigarro
Manuel Miró, capturado en Ballovar
El Sastre
Marcelino Berbeder, capturado en Lanaja el 18 de mayo de 1.874
Mayorito murió en Pina en 1.876

En Albalate se cuenta que el barquero le ayudaba, cuando tenía que cruzar el río, iba rápido, pero no tanto cuando tenía que pasar a la Guardia Civil.
No quería el barquero ninguna ayuda, así que Cucaracha una noche se acerco al pueblo y le tiró unas alforjas llenas de dinero, al corral del barquero, pero el destino quiso que se equivocara de corral y se las echó al vecino, muchos años más tarde se supo la verdad.
Solía tener numerosos escondites, en Castejón camino del molino. En Juvierre, tenía la cueva del Pedregal y la cueva de los Porzanes en Sena, otra cueva en el Sisallar.
En Farlete el sitio favorito eran las cuevas de San Caprasio.
El 18 de Julio de 1.873 en la ermita de San Miguel estaba Cucaracha y Villanueva, llegaron los picoletos y el cabo Buisan le dio el alto, al no obedecer le disparó, hiriéndole gravemente.
Su muerte aconteció el 28 de febrero de 1.875, se supo que estaba en Lanaja en el corral de Lanica, (Antonio Martinez) y que un chaval (Manolito Maza) iba a llevarle vino, unos cuentan que murió envenenado, pero la versión más creíble es que fue rodeado por la guardia civil al mando del teniente Vicente Lafuente y le dieron muerte a tiros.
Dicen que era muy delgado y vestía muy mal, es triste que por unos hechos delictivos pase una persona a la historia, pero en la vida nunca sabes donde está tu sitio hasta que el tiempo te ha juzgado.
Con algo de leyenda y mucho de verdad se labró la vida de un bandolero monegrino " CUCARACHA "
Entre las historias que se cuentan sobre el Bandido Cucaracha la más famosa es la del barquero de Pina, es la que mejor narrada ha llegado hasta nosotros.

El bandido Cucaracha y el barquero de Pina de Ebro

Mariano Gabín y Suñén, más conocido con el apodo de “Cucaracha” (era pequeño, muy moreno y siempre vestía de negro), fue el bandolero más conocido de Aragón. Entre 1870 y 1875 “reinó” en un basto “imperio” que incluía la comarca de Los Monegros y se extendía desde el río Cinca hasta el Gállego, de Este a Oeste, y, por el Norte, desde la Hoya y Somontano de Barbastro, hasta el Ebro, por el Sur.
“Cucaracha” se movía continuamente de un lugar a otro, evitando la presencia de la Guardia Civil. Tuvo que cruzar a menudo los ríos por las numerosas barcas que comunicaban las márgenes de los tres ríos más caudalosos de Aragón. Se cuentan muchas anécdotas.
Habitualmente, los barqueros eran confidentes del bandolero y le ayudaban; uno de ellos fue el barquero de Albalate de Cinca.
Pero también tuvo algún encontronazo con otros barqueros. Es el caso que traemos en el siguiente texto de A. Riera, con el título de “Cucaracha”, publicado en 1903 en la revista ilustrada Pluma y lápiz, editada en Barcelona.
Se habla de bandidos, conversación que no es muy agradable ni tranquilizadora cuando se sostiene andando por campo y valles, pero que resulta entretenida e interesante después de haber comido y bebido en un buen restaurante y fumado un habano mientras se cumple el trabajo de la digestión, cuando la sangre parece circular con más viveza y avivar el pensamiento.
- Me da ira la estupidez humana, decía López, un López cualquiera;
- La ha dado todo el mundo por creer en la caballerosidad de los bandidos, y no hay quien se los figure unos caballeros andantes o poco menos.
- La leyenda es merecida por lo que toca a varios de ellos, replicó Fanjul, el antiguo jefe republicano, famoso por sus discursos del Parlamento.
- ¡Hombre, tiene gracia! ¿Hasta tú?...
-Sí, hasta yo.

Ha sido un bandido célebre, que murió de un modo desastroso, debo la vida, o cuando menos el ahorrarme una encerrona de larga duración.
- Cuenta, hombre, cuenta.
- La aventura no es extraordinaria, pero prueba lo que dije, que hay cándidos que valen más que su fama. ¿Recordáis el nombre de Cucaracha?
-Sí.
-Bueno, de él se trata.

Anduve yo mezclado en la sublevación de Despeñaperros en 1869. Fuimos vencidos. Pude escapar; antes de huir de España quise pasar por mi casa, por Aragón.
Un día me avisó el secretario del pueblo que acudía la guardia civil, que me andaba buscando.
Tres días después había elecciones en Zaragoza; decidí jugar el todo por el todo y presentarme diputado en vez de huir a Francia. Pero era preciso, ante todo, escapar de los que me perseguían.
Había dado la media noche cuando salí de mi pueblo a caballo para Pina. Había que pasar el río, pero había barca.
Es de advertir que en mi comarca me conocen hasta los perros. Aguijé el caballo y al amanecer llegué junto a la barca. Poco antes de llegar a ella salió un hombre de un grupo de árboles.
Iba embozado en una manta, cubierta la cabeza con un sombrero del que llevaba bajas las alas. Por debajo de la manta asomaba el cañón de un fusil cuya culata se marcaba junto al hombro.

Se adelantó a mi encuentro y me saludó.
-¿Va usted a pasar el río? -preguntó.
-Sí.
-Pues pasaré con usted.
-Bueno; voy a despertar al barquero.

Le llamó. Salió a los cinco minutos, malhumorado, mascullando maldiciones entre dientes, sin duda por haberle despertado tan temprano. Pero, era el mío, caso que no admitía dilación. De un momento a otro podían aparecer los civiles y yo estaba condenado a muerte.
-Ea, pásame pronto, -dije.
-Poco a poco, señor Fanjul, -replicó el pillastre con sonrisa de mal agüero, insolente y burlona a un tiempo. -¿Sabe usted cuánto vale hoy pasar el río?
-No sé.
-Le costará cien duros.

Comprendí la pillada. El maldito sabía que huía. Busqué un arma. No tenía ninguna. Era aquel bandido el más fuerte. Si se empeñaba en no pasarme estaba perdido. Capitulé:
-No tengo los cien duros.
Te daré todo el dinero que tengo

No llevaba más que veinte o treinta pesetas. Se las ofrecí.
-No le paso.

Le di el reloj, que era de plata, la capa.
-No le paso si no vienen cien duros. Vaya a buscarlos.

No le podía dar el caballo porque le necesitaba para huir más aprisa. Volver atrás era imposible.
Me cegó la ira. Iba a saltar del caballo, cuando el hombre de la manta, que presenciara aquella escena sin decir abra, me detuvo con un ademán y avanzando hacia el barquero le preguntó.
-Y por pasarme a mí, ¿cuánto quieres?
-El precio ordinario.
-No te daré nada. Y pasarás al señor Fanjul y me pasarás a mí y nos pasarás tirando de la soga con los dientes.
-¡Oh! ¡Oh! -hizo en tono de mofa el barquero.

Había amanecido. El que hablaba con tanta autoridad se desembozó con rápido ademán, de un revés de la mano levantó el ala del sombrero y empuñó la carabina.
-¿Me conoces? -dijo.
-¡Cucaracha! -exclamó el barquero con terror.
-En carne y huesos.

Temblando como un azogado entró el pasador en la barca. Subimos también nosotros. Iba a coger la soga con las manos el barquero.
-¡Con los dientes he dicho, canalla!

Relampaguearon los ojos del salteador. Obedeció el cobarde. Y con los dientes empezó a tirar de la soga. Era un espectáculo tan tremendo y repugnante a la vez, que no puedo recordarlo sin estremecerme.
El miserable temblaba, tenía su cara una expresión como enloquecida; apretaba la cuerda con los dientes, como si mordiera a un enemigo haciendo presa y los ojos, horriblemente dilatados, miraban a Cucaracha.
Éste, apoyado en su carabina, inmóvil como una estatua, sin que se estremeciera un solo músculo de su rostro bronceado, sin parpadear, con aquellos ojos que vieran tantas veces la muerte cara a cara, miraba al barquero.

Pasamos. Al saltar, Cucaracha hizo que el barquero me devolviese el dinero, reloj y capa. Di las gracias al salteador.
-Vaya usted tranquilo, -me dijo- ¡buena suerte!

Echo a andar mi caballo. Cucaracha dijo al barquero:
-Si vienen los civiles y nos delatas, te mato mañana.

Volví la cabeza. El bandolero se internaba con paso rápido por entre los árboles de la orilla.
En cuanto a mí, llegué a Zaragoza guiando un carro de trigo. Dos días después tenía el acta. ¿No os parece que la debía más que a los republicanos al pobre Cucaracha?

Esto es todo lo que puedo decir sobre el famoso bandolero aragonés Mariano Gavín Suñer, apodado el Cucaracha: "Un héroe para unos y un villano para otros"

En cuanto a nosotros, después de escuchar el relato, recogimos bártulos y nos volvimos hacia Sástago. No sin antes visitar un sitio famoso en la zona, el Pulvorel, un monte con marca geodésica porque es el punto mas alto de todo el monte de Sástago, a 400 metros sobre el nivel del mar y con unas vistas espectaculares de todo el monte.

Tras las fotos de rigor en el Pulvorel, montamos en la furgoneta y fuimos de tiro a visitar el pozo de Candial, ahora sin agua, pero todavía entero. Al mirar sus gruesa paredes la imaginación te hace retroceder en el tiempo y ver ocho o diez caballos abrevando agua mientras unos bandoleros comentan las correrías del día y se reparten un botín sustraído a algún viajante de la zona.

Volvimos a Sástago con la cabeza llena de ideas que plasmar sobre un papel y aquí esta, no será un éxito de ventas pero al menos me he divertido escribiéndolo.

Mi agradecimiento a Fermín y Ángel, sin ellos no habría podido salir este escrito a la luz, yo no habría llegado solo a la cueva y me habrían tenido que venir a rescatar perdido en el monte.

Quiero agradecer a un sitio que hay en Internet, de donde con su permiso, he sacado información  para completar este escrito:
http://celedoniogarcia.blogia.com/temas/la-cueva-de-los-bandoleros.php

Colaboración: Ángel y Fermín

Adaptación literaria libre y fotos:
Tertulias de La Manqueta

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